El Primordial (III) - Olor a chicle



VÍDEO 014

Desde la visión sobre la mesa vemos el círculo formado de forma ineficiente. Todos parecen alterados por el sueño interrumpido y el miedo ante algo desconocido, salvaje, y que rompe el yugo del control. El líder del grupo; Alfonso H. H., está en línea recta desde nuestra visión, al otro lado de la tienda, con la mirada baja y pensando cómo comenzar la reunión de emergencia que el mismo ha convocado.

Lo siento. –Levanta el rostro y en su mirada se ve verdadera culpa–. Hice mal mi trabajo, a raíz de eso hay dos heridos, y pudo ser peor.

¿Qué dices? Esto no es tu culpa Alfonso. –La primera en contradecirlo es Julia, pero por la expresión de todos está claro que comparten su opinión.

Gracias, pero no quiero que me excuséis. Una de mis funciones como líder es asegurarme que todo se hace de la forma correcta, y además, que todos vosotros esteis bien. Me relajé. Olvidé que estamos en territorio desconocido y claramente hostil. Y por ello lo siento.

Todos se quedan bloqueados ante los sentimientos de Alfonso. Está claro que no lo ven como un ser insensible que solo sabe acatar órdenes, solo como un hombre que le gusta hacer las cosas bien, y que tiene más corazón que músculo, la clase de líder a la que seguirías si pudieras elegir.

Entiendo que te sientas así, pero estamos bien. Y aunque hubieras dejado a alguien de guardia o algo así, esa cosa se habría colado igual, no es tu culpa. Pero si te sientes mejor, yo te perdono, y creo que los demás también. –Todo el grupo asiente dando la razón a Abad y el líder vuelve a bajar la mirada agradecido.

¿Y ahora qué haremos? –continúa Abad para saltar de tema.

Sí, para eso es esta reunión. –Parece totalmente recuperado–. Está claro que no era parte del plan original tener que tratar con esta clase de problema. Pero como en toda expedición hay sorpresas, así que tenemos que adaptarnos a ellas. Antes de seguir tengo que preguntarlo, aunque creo que es bastante obvio pero, ¿habíais visto esta criatura antes?

Alterna su mirada entre los dos biólogos esperando la respuesta que ya cree conocer. Es Sara la que responde primero.

No, ni siquiera creo que alguien la haya visto antes que nosotros.

Tiene razón, dudo que sea de este mundo. –Tras esta última frase se convierte en el centro.

¿En serio vas a decirnos que es de otro mundo? –Javier sigue recogiendo su melena rubia en una coleta mientras espera una respuesta.

No lo sé, tendríamos que hacer un examen más en profundidad, pero no sería de extrañar. –Busca con la mirada a Sara buscando un pequeño apoyo, y ella se lo ofrece.

Tiene razón. Pensamos que es una especie de artrópodo, una extraña combinación entre cienpiés y cangrejo, más o menos. Pero jamás vi algo como esto y no debería ser capaz de vivir aquí, nada es inmune al Rosado.

¿Estáis seguros? Tal vez sea alguna especie desconocida o algo así. Puede que se hayan adaptado a vivir con el rosado, igual solo lo están esquivando.

Tendríamos que hacer un examen más exhaustivo de la criatura para saber su origen, pero estamos seguros de esto: ningún ser vivo del planeta es capaz de resistir el Rosado. No deberían poder vivir aquí. Hay zonas libres de humo, como esta, pero las zonas limpias pueden cambiar en cualquier momento. Incluso aunque de alguna forma natural lo predijeran, el Rosado destruiría todo alimento posible para ellos, no deberían estar vivos.

A no ser que no sean de aquí.-Edgar remata la explicación de su compañera en voz alta, no quiso hacerlo, no era más que un pensamiento, pero lo hizo.

Javier va a intervenir de nuevo, aunque esta vez no lo hace de forma inmediata, todo escéptico duda en momentos así, y antes de que pueda decir nada Al lo hace callar con un gesto.

¿En qué estás pensando, Cortés? –El recién respetado biólogo duda antes de responder, pero vemos como sus hombros se relajan cuando empieza a hablar.

Llevo tiempo dándole vueltas y cada vez estoy más convencido. Otro mundo se está cruzando con el nuestro–. Las caras a su afirmación recorren todo un espectro de expresiones, desde la mera sorpresa o la curiosidad, hasta la burla y discrepancia. Pero el continúa hablando antes de ninguna intervención–. Pensadlo bien, ¿alguien puede explicar cómo se ha formado el Primordial? Pues no. Nadie en todo el maldito planeta ha sido capaz de dar una respuesta coherente a ello, un volcán no aparece de la nada, no tiene sentido. De la misma manera que ninguno expulsa nada semejante al Rosado, y eso puedo asegurarlo, he pasado mucho tiempo estudiándolo. Y ahora, en su interior, nos encontramos con una criatura de la que no tenemos constancia y que es imposible que sobreviva aquí. A no ser que este sea su hábitat, que sean capaz de resistir el Rosado de algún modo, que sea del otro lado.

Nadie sabe qué responder, ni siquiera Javier sabe qué decir. Se miran entre ellos y a sí mismos, pensando en que tiene sentido, en que no puede ser... Y todo ello mientras luchan con el miedo que genera pensar que esas palabras sean ciertas. Pensar que no están descendiendo por un lugar desconocido, sino por un mundo desconocido, o al menos parte de uno. Ninguna charla o ejercicio los ha preparado para esta idea.

¿Y cómo ha pasado? –Julia se recompone la primera, o al menos, habla la primera.

No tengo ni idea.

Esperad, esperad. No podemos dar por sentado que eso sea así, no es más que una teoría. –Ence intenta poner algo de sentido común.

Pero, ¿se te ocurre otra explicación para todo?

No, no tengo la respuesta a nada de esto. Y admito que, en cierta forma, le veo sentido. ¡Pero vamos! Esto es el mundo real, aquí no pasan esas cosas –se recuesta sobre la silla plegable–, ¿verdad?

Eso no cambia nada. –La decisión en la voz de Al hace que todos dejen de pensar por un segundo–. Es posible que todo eso sea cierto, de la misma forma que puede ser solo una teoría. Pero nuestra misión aquí es encontrar una ruta segura, formar las dos primeras bases, y recaudar muestras e información. Las respuestas vendrán más tarde. Pero también entiendo que alguien no quiera seguir a partir de este punto, así que, ¿alguno quiere esperar aquí al siguiente grupo o continuamos todos juntos el descenso?

Yo seguiré, no quiero perderme la verdad. –Cortés no lo duda.

Lo mismo digo. –Sara lo sigue.

No dejaré la misión, señor. –Julia sonríe al decir la última palabra.

Está bien, no voy a ser el único que abandona, seguiré.

Está bien, seguiremos todos. Sara y Edgar, hacer un examen más en profundidad de la criatura y grabadlo, luego enviaremos el informe a la superficie con dicha grabación adjunta. Mientras tanto, el resto prepararemos el equipo para continuar el descenso y algo para defendernos, en cuanto nos respondan continuaremos. Y recordad, tras este punto la señal con el exterior se corta, estaremos solos. Así que debemos hacer las cosas bien, dicho esto, a trabajar.

VÍDEO 021

El olor a chicle de fresa los alarma a todos. Antes de que Alfonso termine la orden ya se han puesto los cascos, ahora comparten una respiración con un trasfondo metálico. Cortés está en medio del grupo-como de costumbre-y al voltearse apunto está de chocarse contra Julia.

¿Qué haces?

Lo siento, pensé que estabas más lejos.

No importa, pero ten cuidado aquí abajo. –Lo rodea y se une al grupo, que sigue avanzando.

¿Qué hacéis? ¿No olisteis el Rosado?

Sí Edgar, todos lo olimos. Pero si diéramos la vuelta cada vez que hay algo de Rosado aquí abajo, no avanzaríamos nada, ya deberías saberlo. –La voz de Al no deja lugar a discusiones, y todo el equipo parece conforme con la decisión, esta batalla no puede ganarla.

Joder.

Continua su camino resignado y se coloca el último en el grupo. Avanzan por un estrecho pasillo de roca y oscuridad en un medio silencio. Hasta que, tras varios metros de avance en una sutil pendiente, algo de luz los alcanza. Es ligera y de un blanco rosado, al final terminarán por pillar manía al color, los que no se la tienen ya.

Chicos, ¿estáis viendo eso?

Sí, Javier, todos estamos viendo la luz.

Concentraos, no sabemos qué nos espera.

Sus espaldas siguen avanzando ante Edgar, hasta que la galería se ensancha en un espacio formidable. Julia y Javier retienen un grito, mientras que Sara se caga en toda su estirpe. Cortés y nosotros tardamos algo más en ver aquello que provoca esas reacciones, pero en cuanto los compañeros se apartan, el último integrante suelta otro taco para acompañar la escena. El espacio ante ellos está invadido, pero no por la densa niebla formada por el temido Rosado, sin duda no es aquello que esperaban. En el centro de la gran galería se mantiene pesado el abismo, digno de cualquier pesadilla donde no terminas de caer, de él emergen nubes de Rosado y burbujas de gran tamaño. Por el resto de la galería se extienden lianas y pequeños puentes de una substancia rosa grisácea, las cuales hacen de unión entre docenas de bulbos de diferentes tamaños, y todos ellos emiten la sorprendente luz. Tras la última palabra dicha por Cortés nadie ha añadido nada, ni tan siquiera se han movido en los últimos instantes. Porque por todas partes, entre los puentes, los bulbos y la propia roca, docenas de caparazones(nombre que designaron para la criatura que llegó a la base) campan a sus anchas. Por suerte para ellos parece que ninguno les ha prestado mucha atención, o eso parece, hasta que el sonido llega.

Si preguntaras a alguno de ellos, sin que se dieran la vuelta, dirían que una vieja y oxidada puerta se había abierto. Pero se voltearon, todos, y vieron que se trataba de un caparazón. Del mismo tamaño que el que eliminaron, con la cabeza ligeramente levantada, y emitiendo ese molesto ruido. Es obvio que está dando la alarma, diciendo a los demás, “¡Vamos! Aquí hay algo vivo”. Así que Cortés se gira y ve alarmado como las demás criaturas reaccionan, algunas uniéndose a la llamada, otras moviéndose hacia ellos.

¡Mierda! Tenemos que correr. –Es la voz de Julia.

Todos listos, volveremos sobre nuestros pasos.

Alfonso agarra con fuerza el pequeño lanzallamas que improvisaron en la base, solo pudieron fabricar dos y el segundo lo lleva Sara Ence, los demás se conforman con una buena y sencilla hacha de emergencias. El líder dispara contra la chillona criatura, mientras esta retrocede dolorida y gritando con más intensidad. Apenas recorren un par de metros cuando varios chillidos se unen al coro, pero no vienen tras ellos, sino de delante. Para ser más preciosos; de arriba. Sobre el techo del pasillo hay varios caparazones despertando y saltando al suelo entre chillidos, Sara se une a su líder lanzando olas de fuego contra las criaturas, pero el techo está plagado, de ninguna manera podrán regresas sobre sus pasos. Edgar acepta esta realidad antes que ninguno y se gira para ver el otro lado. El nido. Hay más que a su espalda pero el espacio es mayor, todavía no han llegado a ellos, aunque tardarán poco en hacerlo y ahí estarán muertos. Busca ávido una ruta entre el nido y encuentra dos, una a cada lado del abismo, se decanta por la más cercana; la derecha.

¡Crucemos y rápido! Ya casi están.

Sin esperar respuesta empieza la marcha desesperada hacia la única salida. Deben cruzar el nido y salir por el otro lado, allí ya verán si hay alguna salida, sabe de sobra que es una locura, pero no hay otra opción así que prefiere no pensar en ello. Se escuchan varias voces en su casco, pero solo logran formar un caos que apenas se entiende, así que continua corriendo sin darse la vuelta. Un caparazón más pequeño que el del primer encuentro baja por una liana directo hacia él, pero lo recibe con un hachazo que daña su coraza, sin terminar de matarlo. Sigue corriendo y tres más le cortan el paso, levanta su hacha dispuesto a pelear por su vida, pero una llamarada aparece por su lado.

Maldita sea, que rápido corres. –Es la voz de Sara.

Se gira por completo y ve a todos sus compañeros en apenas cuatro metros. Todos golpean y queman a todo aquello que se les acerca. Tras ellos una marabunta de caparazones corren furiosos, la imagen hace que se hiele su mente y por un pequeño instante, solo puede pensar: ¿así vamos a morir?

¡No dejes de correr!

Siente cómo le tiran del brazo, es Abad. Vuelve en sí y continua corriendo con los demás. Con más facilidad de la esperada recorren la mitad del camino, pero cada vez están más rodeados y el avance se complica, apenas pueden correr sin que los detengan. Un grito humano llama la atención de todos, y tras un golpe más, Cortés también se gira. Un par de caparazones han saltado sobre Javier. Julia es quien está más cerca y le ayuda veloz golpeando con precisión a uno de ellos, pero el segundo tiene tiempo de morderlo en la pierna, destrozando su traje. Sin dudarlo Abad activa el bloqueo y el traje se cierra solo a la altura de la ingle, evitando que más Rosado entre en el traje, pero no se acordó de renovar el Gris sobre su cuerpo en la ronda anterior. La piel de todo su pierna parece secarse y agrietarse, mientras cambia por un tono más pálido, hasta que se endurece del todo en una posición estirada. Se rompe y Javier cae al suelo. Antes de que ninguno logre reaccionar los caparazones se lanzan sobre él. Julia intenta ayudarle, y logra golpear a algunos, pero han detenido por completo su avance y ya son demasiados.

Los gritos de Abad inundan sus cascos y mentes. Docenas de caparazones lo muerden y arrastran separándole del grupo. Ya no pueden ver su cuerpo entre todas las criaturas, además siguen intentando defenderse a sí mismos, pero saben el momento exacto en el que muere. Justo tras el mayor de los gritos. Comparten sollozos y maldiciones mientras retroceden. Ya no pueden volver sobre sus pasos, pero tampoco pueden avanzar, están siendo empujados contra el abismo. Sara y Al mantienen un pequeño círculo de seguridad a base de fuego, pero están apunto de quedarse sin combustible.

¡Nos están rodeando! ¿Qué hacemos? –Julia grita nerviosa mientras mantiene a raya a un pequeño a base de hachazos fallidos.

¡Seguir matándolos! –Sara apenas puede hablar, tiene la respiración muy acelerada.

¡Eso no servirá de mucho, son demasiados! –Cortés se une al griterío, es la única manera de poder escucharse entre los chillidos de esos seres. Los cuales están montando una sinfonía de chirridos que avecinan el final.

¡Escuchadme! Vamos a...

Varios caparazones han salido del propio abismo atrapando a Cortés por los pies. Este intenta zafarse de ellos a base de hachazos y patadas, mientras Julia intenta ayudar. Pero no es suficiente, uno de ellos destroza su pernera derecha, el otro muerde su tobillo izquierdo, y termina por tropezar.

Cae al abismo.

Los gritos se escuchan con menos fuerza.

La luz queda cada vez más lejos.

La imagen se corta.





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