La Expiación de la Luz (I)


Al llegar a la costa entienden la gravedad de la situación. No pueden comparar el lugar con nada conocido, ni tan siquiera pueden explicar que están viendo, solo entienden que no regresarán todos. Este pensamiento está en la mente de cada tripulante pero ninguno llega a pronunciar por miedo a hacerlo real. Todos sabían (en mayor o menor medida) donde se metían al iniciar el viaje, por algo el pago de este trabajo es más elevado que el de cualquier otro, porque en él va incluida la opción de no regresar.

Cerath fueron los primeros en emprender el viaje y sus barcos ya alcanzaron la costa de la isla. Ni más ni menos que cuatro barcos con doscientos tripulantes, y sin duda de oficios muy variados. Todos ellos están apunto de alcanzar, o de intentar alcanzar, el punto geográfico más deseado del planeta. Se trata del lugar al que toda la magia original se ha replegado, y por tanto el lugar más inestable del planeta: La Expiación de la Luz. No hay constancia clara de quién le dio el nombre a la isla; pero debió quedarse muy agusto. No han sido pocos los que intentaron alcanzarla y claro está que han fracasado de muchas formas distintas. Pero en esta ocasión algo ha cambiado, y ese algo es la magia en sí. Durante mucho tiempo el nivel de magia alrededor de la isla se fue apagando, al principio su velo alcanzaba las veintiocho millas, con el paso de los años bajó a las diecinueve, y hace menos de una semana lo hizo de nuevo; ahora el cordón mágico es tan solo de doce millas. Nunca antes se había podido acercar uno tanto, es prueba inequívoca de que su magia se está replegando de nuevo, es el momento de intentarlo antes de que desaparezca por completo. Y la empresa en diseño mágico Cerath fue la primera en salir a la mar, sin duda gracias a la suerte, ya que estaban preparando un proyecto de viaje antes de que la magia se replegara de nuevo.

Estaban listos de antemano.

La expedición atravesó la franja de las doce millas. En apariencia todo era normal, era el mismo mar que tan bien conocían, pero sabían que la realidad era muy distinta. Avanzaban lo más cercanos posible, pero con la suficiente distancia para permitirse maniobrar sin problemas, y manteniendo la formación en forma de rombo. Al final viajaba El Pinto, luego seguían La Inversa y Boros, y en la punta de la formación se mantenía La Señora. Desde esta el jefe de la expedición Alfredo Foldán dicta las órdenes al resto de capitanes al mando de cada barco y grupo. Solo unos pocos lo notaron y dieron la voz de alarma a todos los demás, una capa traslúcida recorría el mundo a su alrededor, estaban viendo el viento. Esta es una de las cosas que sabían de antemano, gracias a algunos valientes que se adentraron en el antiguo cordón mágico. Aquí hay dos clases de viento, el normal y el visible, y de este último tienes que protegerte. Porque si este viento te roza, te hará flotar sin control alguno. ¿Cuánto tiempo dura el efecto? Pues ni idea, pero lo que está claro es que cualquiera prefiere morirse a caer en esta zona del mar. Nada más dar la alarma todos corrieron al interior del barco y activaron el escudo, aunque alguno de ellos no fueron tan rápidos y les rozó, la mayoría se fueron flotando y otros tantos cayeron al agua; no se supo nada más de ninguno. Una vez sellado, en el barco no había ninguna salida a la superficie por la que el viento pudiera entrar, era un espacio seguro.

Avanzaban con calma y sin sobresaltos, soportando el silencio tan solo roto por el rechinar de dientes de aquellos encargados del sonar. Entonces llegó la señal desde el Pinto, algo se acercaba rápido hacia ellos, algo que duplicaba su tamaño. Pronto los alcanzó, pero no hizo nada especial, solo se mantuvo bajo el barco. Y fue cambiando de uno a otro curioso, mientras avanzaban despacio, intentando no llamar la atención de nada más. ¿Deberían seguir avanzando? ¿Molestarlo para que se marchara? ¿Hacer un ataque preventivo? Discutían sobre todo esto cuando el sonido los iluminó, y sí, he dicho que el sonido los iluminó. El sonido más hermoso que ninguno de ellos escuchó nunca, se sentía como la caricia de un ser amado, y de forma ilógica era capaz de emitir una poderosa luz violeta. Estaba en contra de todo raciocinio, pero no les importó, porque era hermoso y porque la criatura bajo ellos pensaba lo mismo. Se fue directa al sonido, al igual que la mayoría de puntos en el sonar. No dudaron en acelerar tanto como sus motores podían, y al fin alcanzaron la costa.

Sed buenos en la Expiación.

Ese es el único mensaje que lograron sacar en clave del diario de Harold Ford, un marino que en el año 1904 estuvo en sus costas. Solo él y dos hombres más fueron encontrados, y en el diario que escribió a lo largo del siguiente año, solo se lograba entender esa frase de forma clara. Es la frase que Alfredo no logra sacarse de la cabeza mientras el resto de la expedición observan anonadados la escena. Han llegado por el golfo y se acercan a una hermosa playa, la arena parece fina, el agua cristalina, y nunca habían tenido tanto miedo en toda su vida. No hay una sola mente capaz de ignorar que algo terrible sucede en este lugar, y ese punto de obviedad solo logra alcanzarse de una forma, rompiendo algo que todos dan por sentado. En este punto solo existe un color. Da igual a donde observen, todo es marrón. Toda la vegetación que bordea la playa está formada por cientos de tonalidades de este color, la arena se extiende en el mismo tono, y hasta el agua o el mismísimo cielo se ve marrón. Solo ellos son capaces de romper la regla en este mundo monocromático. Salen de su asombro con las palabras de sus capitanes y se guardan el pánico en las botas para poder avanzar. El desembarco empieza; han llegado a La Expiación de la Luz.

En la tienda principal los capitanes discuten sobre cual debería ser el siguiente paso ahora que están en tierra.

Solo tenemos que hacer nuestro trabajo. Así que pillamos muestras, hacemos grabaciones de todo, y nos vamos en cuanto podamos. –El capitán que tan claro lo tiene es Marcos Ruiz, un hombre con la misma pasión que un funcionario.

¿Pero tu no has visto como es todo aquí? Está claro que no vamos a poder estar recopilando datos tan tranquilos.

No exageres Amal, ¿tanto miedo porque todo es marrón? Un color no va a hacerte daño.

¿Cómo es posible que sigas vivo con una mente tan pequeña? –Violeta Amal le insulta con tono tan calmado que logra cabrearle de verdad.

Estoy cansado de que...

Venga, un poco de calma. –Interrumpe Alfredo Foldán–. Estamos aquí para que todo salga bien, no para pelearnos como niños. Está claro que las cosas en esta isla no son normales, así que tengamos los ojos abiertos y hagamos nuestra misión tan rápido como podamos. –Todos asienten en silencio.

Creo que deberíamos marcar un cordón de seguridad más estricto, al menos por el momento. –Julio Hernán es sin duda, el más funcional de todos ellos, al menos mientras está de servicio.

Buena idea, ocúpate tú de ello.

También estaría bien vigilar a...

La conversación se frena por la entrada a traspiés de dos hombres a gritos, y que termina cunado uno se abalanza sobre el otro, asestándole varias cuchilladas. La escena sorprende a todos los presentes y Julio reacciona soltándole un sillazo al asesino que lo mueve un par de metros. Al instante Violeta y Alfredo intentan socorrer al herido, pero saben que no podrán hacer mucho, y Alfredo sale de la tienda para pedir ayuda. Los demás ven como el herido fallece, y el asaltante se retuerce en el suelo gritando, mientras una luz marrón emana de sus ojos hasta devorarlo. Todos se miran confusos y salen de la tienda encontrándose con Alfredo paralizado de puro horror.

Ante ellos cobra vida el cuadro más tenebroso de El Bosco. Hombres y mujeres por todo el campamento violan, asesinan, roban o rompen, y otros tantos hacen cosas que es mejor no narrar. Y todos aquellos que obran de ese modo, acaban devorados por la luz. Los capitanes se detienen compartiendo su estado de sorpresa y pavor. Pero a diferencia de ellos Foldán tiene otra cosa en mente, un pensamiento que no deja de gritar, pero que logra ignorar para atender el problema más inmediato.

¡Rápido! Al almacén. Avisad a todos los que encontréis por el camino en un estado normal.

Su orden pilla desprevenidos a sus compañeros y se lanzan a la carrera unos segundos más tarde. Va directo, ignorando todo hecho y dejando al resto de capitanes rezagados, mientras dan las órdenes de que los acompañen a toda aquella persona que parezca seguir en sus cabales. Alfredo es el primero en llegar al almacén, donde una pareja de guardias está abusando de la tercera integrante. Y antes de que sean conscientes de su presencia, la mole que tienen como capitán, aún con sus años fuera de forma, los deja inconscientes con una brutalidad inmensa y veloz. Y sin hacer más caso a la mujer busca entre las cajas a frenético. Por la puerta entra el resto de sus capitanes, acompañados por un pequeño grupo que alcanza los doce integrantes. Al ver a la joven le dejan ropa para cubrirse, y Hernán se queda a su lado, mientras Violeta se dirige furiosa hacia su líder.

¿Pero qué se supone que estás haciendo? Acabas de dejarla como si no la vieras. –Pero él no la escucha, ni tan siquiera se detiene para mirarla, solo sigue buscando mientras murmura algo inteligible–. No te atrevas a ignorarme, ¿qué estás haciendo? ¡Foldán! –Lo agarra por los hombros para obligarlo a detenerse y mirarla. Puede ver en sus ojos, brillantes por las lágrimas, la culpa.

Hay que detener esto, hay que hacerlo ya. –Va a continuar con su búsqueda, pero la capitana lo frena de nuevo, esta vez con más cariño.

Pues dinos cual es plan, lo haremos entre todos. Pero háblanos. –Alfredo asiente despacio, como si estuviera procesando lo escuchado.

La luz, la que sale de sus ojos, es la que les está provocando todo esto. Todavía no estoy seguro de cual es la causa, pero está claro que no afecta a todos, nosotros estamos bien. Así que la prioridad es neutralizar a todos con el menor número de bajas, no les hagáis más daño del necesario, pero tampoco os dejéis matar.

¿Y cómo se supone que vamos a detener a todos? –pregunta un soldado nervioso antes de tiempo.

Vamos a dormirles. Hemos traído de todo, y recuerdo que había una cantidad ingente de GH31, lo trajimos para intentar llevarnos especímenes de este lugar. Pongámonos máscaras y esparzamos el gas por todo el campamento.

Eso puede funcionar... –susurra Julio con un tono de esperanza demasiado alto.

Yo sé donde está, seguidme. –Marcos Ruiz encuentra rápido todo lo necesario y enseguida se preparan.

Reparten varias máscaras extras para que recluten a aquellos que estén en condiciones de ayudar, y un montón de cápsulas, botellas, bombas de gas, y varios lanzadores. Antes de irse pasan la llave al almacén, para que el resto de afectados no puedan entrar, y dejan descansando dentro a la mujer.

El proceso es largo. Tardan exactamente cuarenta y ocho minutos, lo cual no parece tanto tiempo, si no estás en medio de semejante escena. Tras el recuento la cosa queda así: 92 muertos, 163 contaminados, 195 en estado natural. Más, claro está, los trescientos cincuenta miembros de la expedición que todavía no han desembarcado, los cuales estuvieron a salvo gracias al aviso por radio de un médico; Álvaro Otero. Se decidió que por ahora se quedaran en los barcos hasta que estuvieran seguros de qué provoca ese estado. Tras ello vino el largo proceso de inmovilizar a todos los afectados (por su propia seguridad y la del resto) antes de que se despertaran, además de dejarlos a todos juntos y a salvo.

En todo este proceso Alfredo Foldán no deja de darle vueltas al mismo pensamiento, esa única y dichosa frase: Sed buenos en la Expiación. No deja de pensar en que esa es la clave de todo esto, no puede sacárselo de la cabeza, y decide actuar. Ante la sorpresa del campamento ordena a un hombre que lo ate a él también. No da ninguna explicación, solo da la orden de que si la luz marrón aparece en sus ojos que el mando de la expedición pase a manos de Violeta.

Cuando el resto de capitanes llegan a la escena Alfredo está sentado en el suelo y llorando de la risa. Los ve con sus caras de preocupación y habla entre carcajadas para calmarlos.

Ya sé que pasa. Sé cual es el factor para contaminarse con la luz.

Está bien,¿ pero por qué demonios te estás riendo?

Y que alguien le suelte, está claro que no está contaminado.

Porque lo hemos tenido ante nuestro ojos desde antes de llegar y no fuimos capaces de verlo. –Todos esperan en silencio a que se levante y continúe–. Sed buenos en la Expiación.

Otra vez la frase de ese maldito diario, solo estaba loco. –dice Julio sin unir todavía los cabos.

Claro que estaba loco, estoy seguro que su tripulación vivió lo mismo que nosotros, pero ellos no lograron detenerlo. Era una advertencia, el muy cabrón vio la relación antes que nosotros, depende de lo que tengas dentro. –Toma la expresión de todos como una invitación a continuar hablando–. Pensé que se refería a los pensamientos, que si pensabas en hacer algo malo la luz de este lugar te obligaría. Suena raro, pero mirad a vuestro alrededor, aquí todo es marrón; lo raro ya no se cataloga del mismo modo. Pero llevo un rato forzándome a tener pensamientos horribles y no me ha pasado nada, y eso es porque no quiero hacerlo de verdad. Creo que la luz te afecta cuando dentro de ti ocultas deseos horribles, por eso la advertencia...

Sed buenos en la Expiación –Termina Violeta por él.

Tiene sentido, al menos en este lugar.

Sí, pero seguimos sin saber como curar aquellos que ya han sido afectados. –Ruiz los regresa a todos a la realidad.

Cierto, pero no creo que la encontremos ahora. Además, todos estamos agotados, tal vez sería mejor si fuéramos a descansar. Seguiremos mañana.-Sentencia Foldán.

La noche fue mucho más tranquila que la que cualquiera esperaría. Para muchos de ellos no dormirían mejor en toda su vida, y es que sobrevivir a un hecho así te agota de verdad. Todo el campamento estuvo tranquilo, los turnos de vigilancia cambiaron sin problemas, y no llegó ningún aviso importante a través de la radio. Y así pasaron la primera noche en la isla.

Una soldado pide permiso para entrar en la tienda. Violeta todavía está despertándose, pero aún así es capaz de notar la tensión en la voz de la mujer, así que le da el permiso necesario. La soldado entra en la tienda intentando controlar la preocupación, reduciéndola hasta un leve temblor en su voz.

Señora, los barcos han desaparecido. –La frase despierta por completo a Violeta.

¡¿Qué?! No han podido irse sin más. –Termina de vestirse y se dirige a la puerta, con la soldado tras ella todavía hablando.

No se han ido señora. Han... Cambiado de lugar.

¿Que han cambiado de lugar? Se más clara. –Ta están fuera y busca con la mirada por todo el océano, pero no logra ver ni una mancha parecida a un barco.

Están en la otra dirección. –La mujer está señalando sin mirar al punto y ahora la capitana es capaz de entender de verdad el temblor en su voz.

Siguiendo la línea invisible marcada por un dedo, cruzando la línea de los árboles, subiendo por toda la irregularidad de la isla, al fondo y en la cima de la colina, se encuentran los cuatro barcos abrazados. Si fuera una persona común, la esperanza de Amal se habría ido de su cuerpo para siempre, ese sería el instante donde abandonaría toda opción de salir con vida de ese lugar; pero no es una persona común. Si algún capitán lo fuera, no habría sido elegido para ese puesto, para esta misión. Así que sin un solo temblor en su voz, y con un tono que haría obedecer al mismo Odín, convocó una reunión de emergencia.

La tienda principal continúa siendo la misma, pero en esta ocasión hay más gente que en la anterior. No solo los capitanes se encuentran en ella, sino varias personas más, las cuales son de confianza y respetadas también por el resto de la expedición, mantener la confianza y unión es vital en estos momentos.

¿Hay alguna forma de pedir ayuda?-Ortiz habla de pie, siempre piensa mejor de esa forma.

No es fácil, toda señal que intenta salir del cordón mágico fracasa. Lo más probable es que no –responde Elias Baldetti, el jefe de comunicaciones.

Mierda...

El silencio los vuelve a rodear, por muchas mentes que piensen juntas, este silencio es más fuerte. No solo deben encontrar una respuesta al problema, deben soportar la obligación impuesta por el resto de la expedición a no fallar, a encontrar la salida segura.

¿Alguien tiene alguna idea? –pregunta Julio admitiendo que él no.

El silencio intenta entrar de nuevo tras la negación callada de todos, pero uno de ellos duda, Lucas Ural, el representante de los soldados. Parece que ni él mismo tiene claro que lo que tenga sea una idea, pero se decanta por hablar.

Tal vez haya una opción... –Todos lo miran sorprendidos, no porque lo diga él, sino porque empezaban a pensar que no la había–. ¿Habéis visto el ruido violeta?

¿Te refieres a los resplandores violetas? –Ortiz ya duda de la idea.

No, bueno, sí. Me refiero a eso, pero estamos seguros de que es un ruido, no una luz. Sé como suena, pero eso es un ruido.

A mí ya nada me suena raro,¿qué pasa con el ruido ese? –Violeta interviene antes que lo haga Ortiz, y con ello la cosa avanza mejor.

Pues ha pasado otras veces desde que llegamos. Y en una de ellas varias personas vieron como una criatura saltaba dentro y se esfumaba en el aire. Así que pensamos que podría ser alguna clase de portal, aunque no sabemos a dónde. –Deja la explicación en ese punto al darse de cuenta que todos en la tienda lo han entendido.

¿Quieres mandar a alguien ahí dentro?

No sabemos a donde iría, pero sería una opción para pedir ayuda.

¿Justo a donde todas esas criaturas se dirigen? –Amal continua preguntando sorprendida ante esta opción.

Sé que parece una locura, pero no tenemos muchas opciones, y estoy seguro que alguien se ofrecerá voluntario.

Álvaro Otero ha estado escuchando la conversación sin intervenir, y es justo ahora cuando está decidido a hacerlo, ya tienen a su voluntario. O lo tendrían, porque Julio está sentado al lado y ha reconocido la expresión en su rostro, una expresión que suele arrastrar a la muerte. Coloca con disimulo la mano sobre su hombro y cuando se miran ambos hablan en silencio. Un silencio que Álvaro mantiene dejando que la conversación siga sin su sacrificio.

Está bien, tampoco es que tengamos muchas más opciones, pero tendrá que ser un voluntario –sentencia Marcos Ortiz.

Tenemos que ir a por los barcos. –Alfredo Foldán interviene por primera vez llamando la atención de todos.

Sí claro, y construir una casita para volver aquí en vacaciones. –Ríe Marcos.

Hablo en serio, tenemos que ir a la colina, los barcos han desaparecido por alguna razón.

Alfredo, la única razón es que este lugar rezuma magia y punto. –Julio lo tiene bastante claro.

Exacto, ir allí es una locura.-Concuerda Marcos.

Estoy seguro que las cosas aquí no pasan porque sí, aunque al principio lo parezca. Y cuantas más intentos hagamos, más opciones tendremos de salir. Sé que adentrarse en la isla no será un paseo, pero no pienso obligar a nadie a hacerlo, al igual que para el resto; pediremos voluntarios.

Ya tienes a una. –Violeta responde al instante–. No me miréis así, si queremos salir de aquí tendremos que tomar riesgos, y confío en Foldán.

Pues ya está decidido, ahora a prepararnos.



Diego Alonso R.


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