Aguas tibias


La superficie del agua es alterada por un espécimen fuera de su medio. Ya no es el momento de salir a nadar, según la normal social es la época incorrecta, pero le importa más bien poco. No es un rebelde sin causa, tan solo disfruta de aquello que ama, una costumbre que ya muchos han olvidado. En días como hoy (que necesita despejarse) siempre opta por nadar, pero no sirve hacerlo en cualquier lugar, tiene que ser en la playa de su infancia. Vuelve a ella una y otra vez como si sus aguas lo purificaran. Una estupidez imposible que le sienta bien.

Una bocanada, dos bocanadas, tres bocanadas...

A la cuarta guarda el aire y se hunde en el agua. Se mueve con calma hasta el fondo disfrutando del cambio de temperatura, sintiendo como el frío le eriza la piel y hace que le duela la cabeza. Por algún motivo le gusta esa sensación. Se queda inerte observando las rocas y algas frente a él, tiene todo un ecosistema del que puede disfrutar. Y ausente de algún miedo se pasea un pequeño pez, gris y de lo más común, pero bello a su modo. Es observado por nuestro hombre y cuando este intenta tocarlo se asusta y esconde entre las rocas, para salir de nuevo y quedarse frente a él. Casi se produce un intercambio de miradas si no fuera por la voz tras su espalda. Se gira todo lo rápido que puede y descubre que no hay nadie, claro que no hay nadie. Y tras voltearse de nuevo tampoco hay pez, ni rocas, ni algas, solo un extenso mar.

No hay una reacción a ello más que subir a la superficie. Comienza a moverse pero cuanto más nada más oscuro se hace, las normas han cambiando y lo profundo está arriba. No logra pensar y el subconsciente toma el control, reactiva el miedo más básico, la falta de entendimiento. Comienza a nadar hacía el lado opuesto, por inercia más que deducción, pero la oscuridad comienza a disiparse. La presión de su pecho aumenta mientras le grita que respire. La cabeza se vuelve más pesada y la vista comienza a irse. No antes de ver los dientes a su alrededor. Parece que los peces grises crecen muy rápido, lo suficiente para tragar a un hombre. Respirar o ser comido, no son grandes opciones. No tiene tiempo de decidir, sus ojos se cierran y la voz vuelve a sonar.

Despierta. 


Diego Alonso R. 

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