Una sonrisa verde


 Ha llegado el desanclaje del tiempo al pueblo. La joven lo nota nada más salir a la calle, como el olor del humo turba sus sentidos, preparándola para unirse a la noche otro año más. Acercándose a los pocos metros a un grupo de ancianos para encender su vela junto a ellos. Los cuales lo hacen de forma instintiva y le sonríen a percatarse de su joven edad, levantan sus velas y un ligero cabeceo sirve como una compresiva despedida. Llevando la llama verde entre sus manos está lista para caminar hasta la plaza del pueblo.

Los metros se suceden y acortan la distancia con la historia que se niega a repetirse. La gente se multiplica como las hormigas sobre el azúcar como indicativo de que se acerca a su destino. Comienza a ver los primeros jóvenes con las antorchas en alto, y uno de ellos pasa a su lado corriendo, dejando la fragancia del fuego sobre ella. Aprieta la vela con más fuerza por un instinto que conoce y se niega a reprimir. Que se intensifica al girar a la próxima calle y ver que el verde a infestado el centro del pueblo. Las velas se extienden como almas entre manos de todas las edades, dejando que el tintineo de sus llamas muestren que el terror ya no es superior a la verdad. Que es cuestionada frente a ella por uno de los enmascarados de negro. Al verla se acerca a ella cortando su avance, con la máscara sonriente y en el pecho su emblema; ramo de olivo, cruz y espada. Pregunta molesto “¿Qué dices de la acusada?”, a lo que ella responde sin apartar la mirada “Que nos cuida a todos”, y se marcha golpeando su hombro contra el del hombre, dejando la risa de este atrás antes, justo antes de que suenen sus pasos para abordar al siguiente.

La plaza recoge el verde más intenso del año y la presión que genera la muchedumbre antes de explotar. En el centro de esta destaca el origen de todo. La bruja atada esperando que prendan la hoguera. Ahora no es más que piedra, coronando de habitual la plaza, recordando el alma que perdieron ahí hace mucho. Los gritos hoy hacen que los oídos le piten y los enmascarados obligan a la gente a retroceder rodeando la hoguera. La joven se adentra en la acalorada masa coreando los cantos hasta estar casi delante. A base de amenazas e increpaciones mantienen la línea, sin conseguir como sus antecesores que las voces se detengan, esta vez no hay forma de que la dejen sola. Un tinte de desprecio se forma en los semblantes al aparecer el enmascarado mayor ante la hoguera. Repite la acusación sentenciada sin dar oportunidad a que nadie hable, porque no quiere una respuesta, solo ejercer su voluntad con falsa diplomacia. Rodeando la masa en la que se han convertido los habitantes del pueblo, las antorchas avanzan hacia la hoguera, haciendo que los gritos resuenen hasta doler la garganta.

El fuego rodea a la bruja y a la orden las llamas se elevan generando el silencio. Esperando que su historia no imite la realidad, que no caigan sin lucha alguna, que borren esa vida. Los brazos se mantienen en alto mientras que sus portadores caminan alejándose de la hoguera. Formando la línea ante la silenciosa muchedumbre dejan caer sus antorchas al suelo logrando que renazcan las voces. La joven eleva su vela uniéndose al resto en alto. Coreando el mismo canto mientras el reflejo del verde decora la sonrisa de la estatua. Sabiendo que otro año recuerdan lo que fue y lo que debió ser, al alma de su pueblo, a quien quieren sin llegar a conocer.

A la mujer que dejaron y la bruja que les cuidaba.




Diego Alonso R.


 

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