Las sonrisas de la fortuna

 

Despierta para dar inicio a la pesadilla diaria. La música suena y da paso al caer del agua cuando siente que el temblor comienza. El vapor llena el baño a medida que sube la temperatura, la mujer observa los azulejos entre la neblina pensando que desea terminar, por mucho que esté en un baño cuyo valor supera el de su vieja casa al completo. Cruza el umbral abrazándose a si misma y se esfuerza por separar una mano del cuerpo para cerrar la mampara. La cascada cae por su cabeza con la calor idónea para lo que empieza.

El pinchazo en el estómago.

El dolor subiendo hasta la cabeza y volviendo al origen.

Las bocas abriéndose otra mañana.

En vertical u horizontal las heridas se abren por todo su cuerpo bañándola en sangre. Se sostiene en la pared con ambas manos conteniendo los gritos de un dolor creciente que bien conoce ya. Al cumplir los cuarenta años empezó a suceder, sin ningún gran evento o señal de advertencia previa, un día robó la suerte de otra persona dando lugar a la primera boca. La cual sigue entre sus pechos, abriéndose y dejando salir el viscoso músculo del gusto. Tan solo deseaba que su vida cambiara a mejor, pero nunca a costa de arrebatar la fortuna a otras personas, o de esta representación diaria de lo que se ha convertido. La primera vez estaba tocando fondo y mientras hablaba con su pareja de entonces sucedió: El hombre dejó de moverse y de su boca salió a la fuerza una pequeña y brillante masa. Esta se lanzó contra el cuerpo de la mujer, uniendo a ambos por un inapropiado cordón umbilical, hasta que la ventura fue intercambiada dejando al hombre inconsciente y sin recuerdos del hecho. Pero al día siguiente la boca apareció y en la vida de ambos el intercambio fue reflejado.

De eso hace ya ocho años.

A diferencia de ella muchas de las bocas no intentan guardar silencio, sino que en su lugar gimen o gritan sin reprimirse en lo absoluto. Los bordes de las heridas ya han engordado formando los labios de todas ellas. Es el momento de empezar antes de que los dientes terminen por salir. Agarra la primera entre sus senos, y desde un lateral, comienza a tirar con fuerza liberando su primer grito. La boca se separa sin resistencia, llevándose con ella parte de la carne que todavía la conecta por varios hilos, hasta que logra que cuelgue inerte de su mano. La deja caer y pasa a la próxima. Continua el proceso arrancándose una tras otra, algunas ejerciendo fuerza en contra, dependiendo de los sentimientos del originario. La del muslo derecho tiene tanto poder que tiene que tirar con ambas manos hasta que su visión se nubla. Llevándole tanto tiempo que los dientes comienzan a aparecer en las restantes, que aunque pocas para ese momento, ahora tendrán más armas para la batalla. Logra llevarlas sin mayores heridas hasta la última, que formada por completo, atrapa su mano entre los dientes. Apretando con rabia por la suerte que perdió, porque a raíz de ello su ser más amado murió ante ella, porque la boca no lo sabe pero odia a esa mujer por destrozar su alma. La hilera de rabia desgarra la piel y carne de su mano hasta que la segunda entra en juego, tirando así de ella hasta arrancarla del cuerpo, y con ello borrando todo rastro de vida.

La mujer la tira con el resto con visible desprecio. Deja la mano bajo la ducha para ver mejor la herida, es menos de lo que parece, pero más de lo que le gustaría. Descansa de la matanza bajo la calor del agua, hasta que el escarlata ya no recorre su cuerpo, hasta que está lista para empezar el día.



Diego Alonso R.

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