Publicidad en vibrato

 


Hoy la ciudad entera morirá. Este es un hecho del que no dudo ni un ápice. No pienso dar advertencia alguna, ni intentar descubrir la razón, tan solo terminar la maleta y salir corriendo. Por primera vez en toda mi vida soy yo el que tiene la ventaja y no pienso desperdiciarla. Aunque siga sin saber el porque me ha elegido, no voy a dudar de sus palabras, las tomaré como una realidad y actuaré en consecuencia. Mientras esperaba por el café del desayuno pude verlo con claridad en los anuncios del periódico, «Hoy la ciudad morirá para que ella pueda vivir».

Ni tan siquiera esperé a que me sirvieran, salí corriendo sin miedo a que me tomaran por un loco, porque aquellos que lo pensaran también morirán hoy. Por supuesto no ponía la frase en un anuncio gigante y con letras en rojo. Eso siempre me habla de la misma forma, a través de los anuncios, es la publicidad la que guía mi vida. Y no de la forma intrusiva y manipuladora a la que estamos acostumbrados. Cifrados entre los anuncios del mundo hay mensajes de algo que me habla y vela por mi beneficio. No me importa que esta realidad se ponga en duda, puede ser motivo de burla y no me importará, porque sé cuál es la realidad. Aunque al principio intenté buscarle la razón no conseguí otra respuesta que la más sencilla de todas: Estoy bajo el amparo de una entidad que conoce la verdad.

No cabe la posibilidad de que esto sea parte del complejo plan de una persona, incluso la organización más cualificada que pueda imaginar sería incapaz de algo así. Los artículos, panfletos, y demás clase de publicidad pertenecen a medios y marcas distintas. Aunque una organización tuviera los recursos para cifrar mensajes en todos estos lugares, tampoco sería una posibilidad sostenible por la forma que tengo de leerlos. No se basan en un cifrado César donde pueda contar hasta llegar a la letra original, o un cifrado de Vigenère con su elaborada tabla, solo debo unir las letras que vibran. Sí, algunas letras vibran sobre el papel como si estuvieran cargadas de energía. Al unirlas el mensaje se forma ante mí, por eso sé que esto no viene de algo perteneciente a la realidad que conocemos, el sistema de cifrado es antinatural. Esto no fue suficiente para que aceptara sus designios y advertencias como hechos inamovibles, pero lo que pasó en el último mes es otra cosa muy distinta, son hechos que no puedo negar ni aunque lo intentara.

El primer mensaje fue entre las esquelas del periódico local y dejó las cosas claras, «Ve al puerto y morirás». Ni tan siquiera estaba seguro de haber leído un mensaje, pero la idea de morirme no me hacía gracia, así que decidí no ir a buscar trabajo al puerto como tenía pensado esa tarde. Al día siguiente seguía vivo, claro está, pero tampoco había prueba de que si hubiese ido no lo estaría. Pero llegó el segundo mensaje de parte de la revista rosa de la peluquería, «Espera donde la luna se emborracha y la suerte llegará». Puede parecer bastante metafórico sino no conoces La Lunera, un bar cuyo símbolo es una luna bebiendo una cerveza. Decidí hacerle caso de nuevo, diría que por una motivada curiosidad, pero la verdad fue por mero aburrimiento. Bebí un par de copas y luego subí a la azotea para fumar con las vistas del puerto al fondo. Al llegarme las voces apagué el cigarro y me asomé con cuidado por el borde sobre el callejón de la izquierda. Pude ver como dos hombres cargaban saquitos en una furgoneta, tanto por los nervios como por lo que pasó a continuación supe que no era legal, por el final del callejón apareció otro coche e envistió a la furgoneta. Mientras daba marcha atrás para cargar de nuevo, los dos hombres cerraron las puertas y salieron en la furgoneta a toda prisa, yendo el coche tras ellos y dejando el callejón vacío. No daba crédito a lo que acababa de presenciar, ya sabía que en la zona del puerto había ciertos trapicheos, pero eso no era lo que me había sorprendido. Bajé al callejón tan rápido como pude sin llamar la atención y comprobé que mi vista no me había traicionado: Un saquito se había caído de la furgoneta por la embestida. Al abrirlo encontré varios fajos de billetes, la suerte me había llegado junto a la luna emborrachándose.

Tras llevármelo a casa sin que me vieran tan solo esperé al siguiente mensaje. No me importaba si esta entidad era divina o monstruosa, me había elegido a mí, y me estaba ayudando. Con eso era y es suficiente. Ese dinero nunca me metió en ningún problema, y teniendo en cuenta la cercana muerte de la ciudad, dudo mucho que llegue a hacerlo. Las ofertas del supermercado también tuvieron su advertencia, «Si el duende aparece que no te siga mucho tiempo». El mensaje me dejó confuso todo el día. Hasta que al final de la tarde noté tras de mí a un hombre con un gorro de lana verde, mi mente hizo el enlace con la clásica imagen del duende irlandés vestido con ese color, y decidí que si me equivocaba tampoco pasaría nada. Hice un par de giros en algunos cruces como comprobación y él siempre seguía de fondo, ese era el duende que debía evitar, así que me dirigí a la zona de bares donde había más gente. Caminé tranquilo fingiendo decidir dónde tomaría una copa, pero tan solo esperaba la oportunidad, hasta que llegó y la utilicé. Vi que un grupo numeroso y bastante ruidoso estaba apunto de salir del bar al que me acercaba, así que aceleré el paso forzándole a hacer lo propio, pero cruzando la puerta justo antes de que la estampida de clientes saliera interponiéndose entre nosotros. Cuando supe que no me veía corrí al portal de al lado, sabía bien donde me encontraba y esa puerta lleva fallando años, por lo que me deslicé dentro y me quedé mirando desde las sombras. El hombre intentó cruzar el grupo a la desesperada llevándose algunos insultos y un empujón, gracias al cual la sudadera se levantó lo suficiente para que pudiese verlo, iba armado. Tras eso pasó de largo y nunca volví a verlo, supuse que era un ladrón y yo la presa que se le escapó.

Lo importante es que la entidad existe y me habla a su manera. Así que si dice que la ciudad morirá, yo corro; y si dice que ella renacerá, yo no pregunto quién es. Porque lo que importa es seguir viviendo, lo demás ya lo descubriré.

Ahora tengo la maleta lista, así que es hora de callarme y correr.


Diego Alonso R.


Comentarios

  1. Muy buen tema, me hizo recordar una premisa acerca de SETI, que suponia que pasaba si recibian un mensaje:

    "Silencio, Ellos pueden escuchar"

    Que hacer en ese caso? dejar de transmitir al espacio mensajes?,
    el mismo mensaje ya es una intrusion, si hacemos caso
    los que enviaron el mensaje ya estarian manipulandonos
    incluso el simple hecho de angustiarnos con esos mensajes ya supone
    una forma de intervencio de una civilizacion externa

    Y quienes son ellos?

    Comprendo pues el dilema de recibir mensajes y mas aun si estan cifrados.

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