Humanos y monstruos


Manuel Palmar será responsable tan solo de un pequeño cambio en toda su vida, uno con el suficiente peso como para no ser recordado jamás, y al mismo tiempo significar todo. Algo que tan solo aquellos que lo presencien podrán comprender. Pero por ahora está yendo de camino al trabajo. Un trabajo, que por cierto, se le da bien. En cuanto descubrió que el ACIV (Asociación de Cuidado e Integración de Visitantes) buscaban trabajadores se presentó voluntario. Desde que terminó la guerra contra los rezagados hubo que poner mucho orden, pero también tener cuidado de que la gente no fueran los nuevos monstruos, y para eso se levantó la asociación. Se ocuparían de hacer que la humanidad lograse una armonía con los monstruos que ahora habitaban la tierra, así cuando las puertas a su mundo volviesen a abrirse tal vez las cosas podrían ser diferentes.

No fue destinado a un punto importante, más bien a uno de tantos, pero para él esos son los que hacen la diferencia. La suma de todos los pequeños detalles dan forma a la realidad.

Hoy es día de visitas y son sus favoritos, siempre y cuando todo vaya en orden, sino pueden torcerse hasta acabar en la oscuridad. Revisa la agenda en el móvil para asegurar el orden de visitas y el horario de estas. Llega a tiempo para la primera del día. Mientras sube por el ascensor revisa el informe para no olvidar nada sobre lo que deba poner especial interés. El visitante al que asiste es Akihiko, un Oni. Luchó del lado de la humanidad en la guerra contra los rezagados, por lo que se le permitió elegir un destino para vivir, y él eligió un lugar tranquilo para descansar de una vida que ya no quería. La puerta no tarda en abrirse tras el sonido del timbre. Ante el joven se planta la musculada y rojiza figura de un monstruo, cuyo único cuerno de su frente resalta en la cúspide de su silueta, una imagen que fue el final para muchos.

¡Manuel! Como siempre, llegas puntual, entra y cierra –dice con una sonrisa capaz de ablandar o de aplastar un corazón.

El joven cierra la puerta y camina hasta la cocina echando un ojo a cada detalle. La casa no se diferencia de cualquier otra, está limpia y ordenada, sin duda un lugar agradable para vivir. Entra en la cocina para encontrar al oni, vestido con ropa holgada y más grande que él (lo que tiene mérito), batiendo con cuidado el contenido de un cazo al fuego.

¿Qué estás haciendo hoy? –pregunta el joven acercándose.

Un poco de crema pastelera, he cambiado la receta y no estoy seguro si saldrá bien. –Una mirada común no lo habría notado, pero Akihiko estaba feliz cuando se trataba de cocinar, algo que Manuel sabía bien y volvió a notar en ese instante.

Siempre dices no estar seguro pero al final está buenísimo.

Creo que confías demasiado en mi cocina.

O conozco bien tus capacidades. –Escucha una pequeña risa como respuesta–. ¿Te importa si nos libramos rápido de la rutina?

Claro, pero no puedo dejar de batir esto, si no te importa que lo haga mientras tanto.

Por mí no te detengas –dice sacando una libreta de la mochila–. Bueno, pues serían las preguntas de siempre. ¿Qué tal te encuentras en tu actual vivienda?

Muy cómodo.

¿Has tenido problemas con algún humano?

No.

¿Tienes alguna queja de tu actual situación?

Ninguna.

¿Funciona bien tu traductor?

Perfecto –dice llevando la mano a la pequeña bola negra que cuelga de su cuello.

Pues con eso ya estaría. Ahora lo importante, ¿cómo estás Akihiko?

¡Bien! La web está funcionando y la mayoría de la gente me comenta cosas positivas. –Hace un tiempo decidió crear su web de cocina vegetariana «Cocina sin sangre», al principio mucha gente solo entraba por ver a un oni cocinar, pero descubrieron que además se le da muy bien.

Lo sé, probé la receta de calabaza rellena y está buenísima, aunque la mía no salió con tan buen aspecto.

El aspecto no es lo más importante –le consuela con una pausa más larga de lo debido–. Me alegra que te gustara. El próximo viernes de películas te la puedo preparar.

Eso sería grandioso.

Pues decidido, ya sabes que cenarás el viernes –dice mientras aparta el cazo del fuego–. Tiene un buen aspecto, ¿quieres probarla? Todavía debería enfriar, pero ya podemos saber si salió bien o no.

Claro que sí. –La prueba tras con cuidado de no quemarse–. Lo sabía! Está increíble.

Sí, admito que está más buena de lo que esperaba.

¿Y al final lo hiciste? –pregunta mientras se sienta de nuevo.

¿El qué? –Envuelve el recipiente sobre el que vertió la crema pastelera para guardarla en la nevera.

Ir al mercado en lugar de comprar desde casa. –Este era el punto que había marcado como especial intereses.

Sí, fui con Marta hace un par de días. –No ve su expresión y no logra descifrar su tono.

Me alegra que al final aceptaras su invitación. ¿Y cómo fue? –Tantea con cuidado.

Fue maravilloso –responde mientra se gira dejando que Manuel vea su alegre expresión. Si no fuera porque es rojo, juraría que estaba un poco colorado–. La invité al viernes de películas, si no te importa.

Claro que no me importa pero, ¿seguro que no prefieres verla a solas?

La veré más tarde, el viernes quiero que la conozcas tú.

Pues traeré más palomitas.

Genial.

Entonces... –dice guardando la libreta.

Hablamos en otro momento, sí –le corta el gran rojo.

Exacto, hablamos en otro momento.

Se va de la casa con una sonrisa más amplia de la que el oni suele generar en él. Es difícil para el rojo generar lazos, los pocos que tenía fueron cortados a la fuerza, eso dejó una marca en él que solo los buenos observadores pueden ver. Que empiece a intentarlo con más personas es algo que ya alegró su día. Sube al coche preparado para ir hasta el puerto para la segunda visita del día, cuando suena el teléfono.

Dime Lumbre.

¿Dónde estás?

En el coche, iba ahora a visitar a Arc , ¿pasa algo? –No es común que lo llame en plena ruta.

Deberías dejar las visitas para otro día y volver. –Está nerviosa, tanto que que se traba en un par de palabras.

¿Qué pasa?

Ha llegado un nuevo visitante. Es un nivel dos –logra decir tras un prolongado silencio.

Llama a los visitantes de la lista para avisar que hoy no iré. Llegaré lo antes posible.

Antes de arrancar se toma unos segundos para digerir la noticia. Un nivel dos. La asociación sitúa a cada visitante en una escala de niveles del uno al siete en orden descendente dependiendo de su peligrosidad para la humanidad. Para ello intervienen muchos factores como la especie, la conducta e historial de cada individuo. Por ejemplo los oni suelen estar en el nivel cuatro, pero gracias a su conducta e historial Akihiko está catalogado como un nivel cinco. Que un nivel dos haya sido enviado al pueblo es algo inusual. Se abrocha el cinturón y pone rumbo a la sede. Está en la montaña por encima del pueblo, no muy lejos en realidad, alejada tan solo veinte minutos a una velocidad media. Cuando llega Lumbre lo está esperando en la entrada.

¿Dónde está?- Pregunta Manuel entrando a paso ligero.

En la sala de seguridad tres.

¿Por qué está en una de esas salas? –pregunta frenando en seco–. Aquí no las usamos si no es necesario.

Lo siento, fueron órdenes. –Le entrega un informe como complemento a su respuesta.

Lo coge y lee de forma superficial, pero no necesita mucho para comprender la razón, está en la casilla correspondiente a su clase: Demonio. Nunca ha conocido a ninguno y no pensaba que lo haría en su vida. Son de los visitantes más escasos de todos, y de los pocos llamados monstruos por el resto de visitantes, pero nunca en su presencia y siempre entre susurros. Pocos participaron en la guerra entre ambos mundos y ninguno en la de los rezagados. La mayoría de su especie va por libre hasta en su lado. Se dice de ellos muchas cosas: que pueden hacer verdadera magia, que tan solo uno puede hacer inclinarse a un ejército, y que la maldad nació de su sangre. Pero a Manuel siempre le llamó la atención un rumor muy distinto, aquel que dice que los demonios son seres marchitos, porque perdieron lo único que habían aprendido a amar.

Yo me ocupo. Que no entre nadie más.

Pero...

Nadie más.

Se marcha leyendo el informe. No es como suele hacer las cosas, le gusta documentarse con calma sobre el caso de cada visitante, pero esto es diferente. Debe darse prisa u otros tomarán las decisiones por él, otros que de seguro no mirarán por el bienestar del demonio. No tarda en llegar a la sala de seguridad y entra sin pensárselo. Es un sala blanca de veinte por veinte metros, con luces azules, y con un sistema de contención a prueba de monstruos. Pero hoy la única luz que entra es la de la puerta a su espalda, que al cerrarse lo deja a oscuras.

Me llamo Manuel Palmar, soy el encargado de ayudarte con tu integración en el pueblo. ¿Cómo puedo llamarte? –habla a la oscuridad intentando mantener la calma.

Percibe que hay algo enorme ante él, le llega los restos de su respiración, lenta y pesada. Le sorprende cómo no lo notó antes. Camina fingiendo seguridad hacia la respiración, pero se detiene en cuanto escucha su voz.

¿Acaso no te dieron un informe? –Su voz no suena amenazante, más bien cansada y rasgada, como si tuvieran que pasar a través de varias capas de arena.

Manuel no sabe que responder sin miedo a ofenderle, pero no es necesario que diga nada más, ya dijo suficiente estando callado.

Entiendo, ni tan siquiera han querido poner mi nombre en él. –La risa tras sus palabras es breve, aunque con suficiente carga como para frenar la respiración del joven unos segundos.

¿Y podrías decírmelo? A mí sí me importa.

¿Te importa? Así que te importa. Claro... –Una llama se enciende en la oscuridad. Se mueve siguiendo un surco en la carne del demonio, girando entre sus extremidades, dividiéndose en cada símbolo y dando forma a una silueta superior a los cuatro metros. Con dos pares de brazos y con mucha similitud a un cuerpo humano. Terminando el camino de la llama recorriendo dos surcos por sus mejillas que le recordaban a las lágrimas, y llegando a la cima de su cabeza donde se encogía para pasar a vivir en las brasas que la formaban–. Me llamo Alterio.

Encantado, ¿me dirías por qué quieres vivir aquí? –Tiene que esforzarse por que el temblor de sus piernas no alcance su voz.

Yo no he elegido este lugar.

¿No? Lo siento, no deberían... –No termina la frase, sabe que no debe hacerlo, no es quién para poner el duda el funcionamiento de ACIV. Pero nadie debería vivir a la fuerza.

Parece que lo sientes de verdad –dice acercándose mientras disminuye su tamaño hasta los dos metros–. ¿Cómo decías que te llamabas?

Manuel. –Traga saliva nervioso.

Deja que te haga yo una pregunta.

Cla...

¿Por qué siento lástima en tus palabras si sé que me tienes miedo? –pregunta cortándolo.

Porque al escuchar tu voz creo que el rumor es cierto. –Se atreve a contestar tras pensarlo bien–. Suenas como si te hubieras marchitado.

Eres curioso. –Disipa la oscuridad dejando a la vista las luces azules de siempre–. Dejaré que hagas tu trabajo. Dime, ¿qué se supone que viene ahora?

Gracias. Debería encontrarte un hogar y un trabajo, algo que te ayude a integrarte.

Veo difícil que alguien acepte un demonio como vecino o compañero.

Ven a vivir conmigo. –Se sorprende respondiendo.

No has pensado lo que acabas de decir.

Está claro que no confías en la gente, hasta puedo entenderlo. –Comienza a razonar su propia respuesta–. Ven a vivir conmigo, al menos un tiempo, trabaja a mi lado y así podrás ver que intento ayudar de verdad. Luego sé que aceptarás mi ayuda para encontrarte un hogar. –Tras una pausa en la que Alterio parece dudar de cada palabra sonríe con la decisión tomada.

Maldita sea, sí que eres un humano curioso.


Diego Alonso R.
 

Comentarios

  1. Saludos, bastante divertido el relato, aunque tambien bastante complejidad en este mundo que haz creado, que asu vez es reflejo del actual.

    Nunca habia leido este blog, pero parece hay bastante material

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    1. ¡Muchas gracias! Uno siempre intenta que todos los mundos tengan cierta profundidad. Me alegra entonces que hayas encontrado el blog, y espero que te gusten tanto las futuras historias, como todas las que ya se pueden leer.
      Un saludo.

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