El origen del brillo


 

«Cuando las luces del cielo se apaguen, el cuervo la encontrará de nuevo».

Así comienza la historia que tantas veces ha contado ya. No necesita pensar en nada para hacerlo perfecto, la voz como un susurro hace que su nieta se acerque, el rostro curvando una misteriosa sonrisa atrapa la curiosidad de la pequeña, y la calor de la lumbre genera el aura ideal para que se olvide del tiempo. Es hora de contar a la niña el cuento que forma parte de su familia incluso más que su propia sangre.

«Antes de que la palabra Di...» continuaba la abuela mirando la lumbre dramática, siempre le ha gustado darle cierta emoción a sus palabras.

¿A quién encontrará de nuevo?

¿Qué? –pregunta desconcertada la anciana, hasta ahora nunca la habían interrumpido en este punto de la historia, lo normal es que la niña ya estuviera embaucada.

El cuervo, dijiste que la encontrará de nuevo, ¿a quién?

Al Desenlace. Pero todo a su tiempo, ahora...

No sé quien es, ¿se ha perdido? Yo una vez me perdí, bueno, creo que fue mamá la que se perdió aunque no lo admita. –La niña la observa con los ojos enormes y apunto está de ser la abuela la atrapada en sus palabras.

Bueno, ¿quieres que te cuente la historia o no? –cortó intentando recuperar el control.

Sí, por favor –dice acercándose un tanto más.

Bien, pues entonces no interrumpas. –Vuelve a mirar a la lumbre buscando el dramatismo perdido y continua...

Antes de que la palabra Dios existiera el mundo era muy distinto. Los seres vivos no tenían una forma fija, podían cambiar entre aquello que los representaba, si era parte de ellos podrían transformarse. La mayoría de las personas que entonces vivían solían elegir una de las formas, mostrando la otra tan solo cuando sus sentimientos explotaban, porque si ya es difícil ser uno mismo, imagínate tener varios cuerpos. Pero había un hombre que disfrutaba de las posibilidades que esta época le ofrecían, y era conocido por todos como El Cuervo, ya que esa era la forma que podía tomar.

Solía pasar el mismo tiempo viviendo como persona que como cuervo, ya que según él, ambas partes merecían el mismo tiempo de vida. Pero hubo un hecho, uno de estos instantes que ocurren de casualidad, de los que suelen ser ignorados pero dan la vuelta a todas las historias. Había pasado todo el día como cuervo y estaba apunto de marcharse a casa, pero escuchó el graznido de los demás, habían encontrado un festín. Al llegar se encontró a los cuervos observando el cuerpo de un venado, ellos no habían acabado con su vida, lo habían hecho los lobos y estaban esperando pacientes. Este no fue el suceso que cambió su vida, tenía aceptado que todo formaba parte de un ciclo, y que algún día el estaría en el mismo lugar.

Pero notó algo moverse entre los lobos y no pudo pasarlo por alto.

Al principio no estaba claro, podría haber sido una mera ilusión, como si por un instante viera al viento moverse. Siguió mirando, cada vez con más atención y esa posible ilusión fue cobrando forma, haciéndose más real hasta ver como una mujer caminaba entre los lobos. La sorpresa fue mayúscula, pero lo fue más todavía ver como los otros cuervos no se inmutaban, ni tan siquiera los lobos reaccionaban ante su presencia. Se acercó hasta el venado en el suelo y, tras acariciar el rostro del animal, este se levantó de nuevo. O eso le pareció en un primer momento, porque el animal seguía en el suelo; fue otro venado, del mismo color y más brillante, el que salió de su interior. Y ambos, mujer y venado, se alejaron del lugar sin que más ojos se posaran sobre ellos. Eso dejó a El Cuervo confundido, en esa época era normal ver por el mundo cosas que ahora nos serían extrañas, pero había algo en esa mujer que la distanciaba hasta de lo irreal. Comenzó a pasar más tiempo buscándola en forma de ave, y siempre la encontraba en escenas donde la muerte estuviera presente, siendo cada vez más capaz de notarla caminar pero manteniendo la distancia por el miedo de ver a la parca. Un día que descansaba al lado del río, se quedó observando a un viejo pescador, no era la primera vez que lo veía por la zona, de hecho el hombre repetía el mismo plan cada viernes. Pudo ver el viento caminar a su lado. Contuvo el aliento esperando que el espíritu del hombre saliera para acompañar a la dama, o que las docenas de peces comenzaran a nadar por el aire para seguirla hasta el otro lado..., pero no ocurrió nada de eso. La mujer puso la mano sobre el hombro del pescador al mismo tiempo que este empezó a llorar. Los colores que lo formaban se volvieron más brillantes y se despegaron de su cuerpo hasta terminar flotando sobre su cabeza, se mezclaban mientras mostraban imágenes de su vida; de como había aprendido de pequeño a dar la forma que soñara a la madera, de como dio todo lo que tenía para montar su pequeña carpintería, y como tras un incendio su ilusión ardía también. El Cuervo tardó un poco en comprender que estaba viendo como los sueños del pescador se terminaban. Los colores colapsaron en una explosión insonora y el hombre apagó su llanto.

Así descubrió que estaba equivocado, había pensado que la dama era la muerte porque solía verla allí, pero en esta ocasión no se llevó ningún alma con ella. No sabía qué era, pero había llegado el momento de descubrirlo. Abrió las alas y se lanzo al vuelo tras sus pasos, no tardó nada en alcanzarla, ella se giro notándolo a sus espaldas y la sorpresa le hizo perderse hasta caer contra el suelo. No se hizo daño alguno pero al abrir los ojos la tenía ante él. Pudo verla con claridad por primera vez: Por sus hombros caía una larga y negra melena, sus intensos y verdes ojos estaban clavados en él, y una larga capa azulada cuyos bordes se difuminaban la cubría por completo. Tuvo que esforzarse para recordar como hablar.

¿Esto es el fin?

Lo soy, ¿y tú quién eres?

Fueron las primeras palabras que intercambiaron y sin quererlo acertó en cuanto a la verdad sobre ella. Tal vez lo supiera en el fondo, la suerte estaba de su lado, o incluso fue una prueba más de que su unión era inevitable. Su primer encuentro no fue como El Cuervo se esperaba, fue mucho mejor. Ambos sentían una curiosidad irrefrenable por el otro. Por su parte estaba conociendo al mismo Fin, ella era la que estaba destinada a poner el punto final sobre todo en este mundo, estaba en todos los lugares y no había nada que ella no terminase. Era el Fin. Y para ella era algo inusual que alguien fuera capaz de verla, los seres están tan acostumbrados a que todo acabe que ya no valoran el final de nada. Pero El Cuervo era capaz de verla, y no solo eso, sino que en contra de sentir miedo o rabia por ella, solo quería conocerla más. Así que antes de darse de cuenta ya había llegado la mañana siguiente y ellos todavía seguían hablando. Se podría decir que ambos dejaron de sentirse solos a partir de ese día. Y se despidieron sabiendo que se volverían a ver el próximo y todos los días que pudieran a partir de ese instante.

Y así fue, los días pasaban, y ya nada era igual.

Pero sin saberlo El Cuervo estaba perdiéndose, porque no le había confesado que también era humano, y el equilibrio entre sus cuerpos se estaba rompiendo.

¡No! –saltó la pequeña frenando el cuento de nuevo.

¿Qué te había dicho de interrumpirme? –No se molestó del todo por la interrupción en esta ocasión, sabía por los desorbitados ojos que está inmersa en la historia.

Pero es que puede perder uno de sus cuerpos, la chica tiene que ayudarlo, ¿verdad?

¿Y cómo podría ayudarle si él no se lo cuenta?

Pero... Pero... –Le aprieta la pierna nerviosa y logra enternecer a su abuela.

No te preocupes, solo deja que la historia avance, ¿está bien?

Está bien... –repite tras una pequeña duda.

El Cuervo estaba abandonando su cuerpo de humano porque creía que solo podría verla en forma animal...

Pasaba los días y muchas de las noches vestido con sus plumas negras, y aunque a veces caminaba como humano, a ese ritmo no faltaría mucho para que dejase de hacerlo. Y el día del mercado, saliendo a toda prisa de su casa, dispuesto a transformarse en cuervo e ir en busca del Fin, el brillo lo cegó. Ahí estaba ella, cruzando el mercado mirando todo con curiosidad, sin que la vista de nadie se posara sobre sus invisibles pasos. Pero generando almas, sueños y brillos de todas las formas a su alrededor. Era el desfile más brillante y extraño que nadie podría ver jamás. Y cuando sus vistas se cruzaron, ella lo reconoció, porque sin importar el cuerpo que llevase la miraba de la misma forma. Recorrieron el mercado juntos, parecía que el hombre hablaba y reía solo, pero eso no es algo que importase. Fue ese día cuando decidieron sus nombres. Ella pasó a llamarlo Corvus, porque merecía un nombre diferente al resto de cuervos; y él pasó a llamarla Desenlace, porque sabía que la palabra Fin nunca la había hecho feliz.

Pasaron años compartiendo su tiempo y crearon una vida de recuerdos juntos. Aprendieron a quererse cada vez mejor. Lograron ser felices en una historia que no debería haber pasado... Porque ella sigue siendo el Fin. Y cuando todo acabe, en el momento que toda luz se extinga, ella seguirá viviendo en la soledad de la oscuridad. Esto era algo que nunca le había importado, pero tan solo porque no sabía que había otro camino, que existía la opción de ser feliz. Ambos decidieron que las cosas no acabarían de ese modo, pero también eran conscientes de que eso era algo que no podrían cambiar solos. Así que decidieron pedir ayuda a las criaturas más poderosas que existían en su tiempo: Los Genios. Eran seres capaces de ver y hacer lo que quisieran, eran tan poderosos que la humanidad había empezado a alabarles, incluso se comentaba la idea de construir una torre para alcanzar el hogar de un genio. Lo cual era mala idea, porque todo el mundo sabía dos cosas sobre ellos. La primera, no les gusta que nadie entre en su casa; y la segunda, solo pierden a un juego si ellos quieren.

Por supuesto seres de tal poder no eran sencillos de encontrar, pero Desenlace tampoco era un ser común, y ella sabía que un genio iba todas las noches al mismo lugar. No conocía la razón, ni tan siquiera se había atrevido a hablar con él, pero ahora la cosa sería diferente. No tardaron mucho en llegar al lugar, era una pequeña playa no muy lejos de donde vivían, estaba oculta a la vista y al llegar la noche el genio apareció. Su aspecto era el de una nube que había decidido ser roja y con la forma de un gato. La pareja se acercó con cuidado, sabían bien que era peligroso cabrear a un genio. Intentaron hablar con él pero la única respuesta que recibieron fue un «No vine aquí para hablar con nadie», por lo que se quedaron en silencio hasta que se marchó. Repitieron el proceso durante días, y cuando llevaban cerca de un mes el genio ya hablaba con ellos, aunque siempre de forma breve y bastante cortante. No fue hasta el tercer mes, que con la paciencia al límite, decidieron hacerle la petición. Fue un poco confuso, ya que no tenían una petición precisa, solo querían estar juntos hasta el último momento. Pero el genio rechazó la petición al instante. Fue doloroso escuchar la negativa, no tenían otra opción que convencerlo, lo cual parecía algo imposible. Pero Corvus dijo las palabras necesarias para tener su atención.

Entonces hagamos un juego. Si gano nos ayudarás, y si ganas tú...

Haré que os olvidéis del otro para siempre –cortó el genio por él.

Era una apuesta arriesgada, sobretodo si vas en contra de un ser que solo pierde si así lo quiere, pero no tendrían otra oportunidad. Sin duda tenían miedo, más del que nunca habían sentido, pero tras un momento terminaron por aceptar.

¡No, no, no! –Saltó la niña poniéndose en pie–. No quiero saber más.

¿No quieres conocer el final de la historia?

¿Acabará mal? –pregunta con los ojos llorosos–. No quiero seguir si acaba mal.

Ven aquí –dice la abuela poniéndola sobre sus rodillas–, deja que te la siga contando. Tan solo confía en mí, mis cuentos siempre te han gustado, y este es especial para nosotras. ¿Me dejas seguir?

Puedes seguir, pero que no acabe mal... –acepta la pequeña limpiándose las lágrimas.

El juego era sencillo, ambos volarían hasta alcanzar el punto más alto que pudieran y el que llegase más arriba sería el ganador.

Desenlace dio la señal de salida y ambos, genio y cuervo, salieron volando. No giraban entre sí, ni cambiaban su ruta, tan solo eran dos manchas subiendo hacia las estrellas. Iban igualados pero a Corvus empezó a costarle respirar. El genio fue consciente de ello y aumentó la velocidad. El Cuervo intentó igualarlo pero no era capaz, cuanto más rápido intentaba ir menos podía respirar, pero eso no hizo que se detuviera. Estaban ya muy altos, más de lo que jamás había volado, allí arriba el aire era frío y sus ojos empezaron a cerrarse sin que pudiera evitarlo... Hasta que perdió la consciencia.

Cuando despertó estaba en la playa de nuevo. Ante él estaba Desenlace que al verlo despertar lo abrazó con fuerza. Fue un abrazo largo y lleno de palabras sin decir. Cuando terminó el abrazo se fijo en el genio, había estado flotando a su alrededor todo el tiempo, y le pareció ver como le guiñaba un ojo con su gatuna y extraña cara. Apenas pudo reaccionar cuando el genio habló.

Está bien, has ganado. Os ayudaré.

Esa noche el genio no cumplió el deseo, tan solo les explicó la única opción que tenían para lograrlo, y les dijo que volvieran a la noche siguiente si estaban de acuerdo. Por supuesto, aparecieron. Y el genio repitió las condiciones del deseo haciéndolo así realidad: Corvus jamás podría vivir tanto como ave o humano, debería pasar a ser algo más, algo que la esperase en el cielo que le hizo ganar. Pasaría a ser la constelación de El Cuervo, pero no sería solo estrellas y polvo, mantendría su corazón y mente. Así podría aguantar hasta después del final, por eso cuando las luces del cielo se apaguen, el cuervo la encontrará de nuevo.





Diego Alonso R.







Comentarios

  1. Excelente, nunca volvere a confiar en genios. Magnifico relato, da para extenderse en varias novelas si asi se quisiera.

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  2. Desde lo de Brandon Lee, yo prefiero al Cuervo.

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