Tuerco de Arriba




Tuerco de Arriba es un pueblo calmado. Esta no es una de las cualidades que más se destaquen de los pueblos, lo más similar en un uso habitual sería decir cosas como: tranquilo, silencioso, relajante... Lo que viene a significar en su mayoría que está desierto o cercano a ello. Pero decir que es calmado es muy diferente, ya que esa palabra es la que mejor describe a sus habitantes, porque este no es un pueblo fantasma. Y eso que sí tendría razones para serlo, pero si por algo se caracteriza a las gentes de Tuerco de Arriba es por ser calmadas y cabezotas. Lo que diría que es una combinación necesaria para vivir en dicho lugar. Tal vez parece una combinación no muy atractiva, y cuando uno llega al pueblo y escucha a los vecinos saludar con un “Buenos días y cuidado con el oro”, pues solo logra perderse todavía más.
Pero ese saludo es la clave para comprender al pueblo y sus habitantes. Para poder comprenderlo mejor lo separaremos en dos partes. Primero está el “Buenos días”, un saludo habitual en todo el mundo, pero una vez que descubres su forma de vida das mucho más valor a que vean el buen día como una posibilidad; esa es sin duda a su actitud calmada ante la vida. Luego está el “cuidado con el oro”, esta parte es la más chocante para todo aquel que llega por primera vez al lugar, pero se entenderá cuando la narración continúe; del mismo modo que se verá lo bien aceptado que tienen algo complejo. Además está la forma de decirlo, como si fuera lo más normal del mundo, sin duda saben adaptarse a las extrañas circunstancias que plantea la vida. Pero ya es hora de que explique esas circunstancias de una forma más directa, así que lo haré sin rodeos ni decorados de cartón.
En el pueblo de Tuerco de Arriba aparecen de forma imposible charcos de oro.
La idea suena tan descabellada como atractiva y eso no la hace menos real. Porque este es un mal que lleva achacándoles más de veinte y cuatro años, e incluso después de todo ese tiempo no lo han superado, más bien han decidido resignarse e integrarlo como un aspecto más de sus vidas. No hay pruebas que confirmen el descubrimiento exacto del primer charco de oro, solo aquellos testimonios de los habitantes del pueblo con la edad suficiente. Pero viene a ser algo tan sencillo como que un vecino al que unos llaman Pedro y otros Juanjo, salio a tomarse su café matutino al bar y cayó de lleno en él, siendo maldecir a todos los santos su último acto antes de sumergirse por completo. Porque si no hubiese quedado claro por la narración del primer accidente y descubrimiento, estos charcos no parecen tener fondo alguno, con lo que pueden ingerir todo aquello que su diámetro les permita. Los vecinos no se tomaron muy bien este hecho y la alcaldía tuvo que dar explicaciones, que vinieron a resumirse en un: “No tenemos idea alguna de que son estos charcos. Intentaremos hacer algo, pero por ahora hagan lo posible por no caer en ellos. Además haremos una pequeña celebración en honor al vecino caído”. De algún modo esto calmó a los vecinos, los que por cierto, recuerdan dicha celebración de forma nublada y con alegría. Y pasaron las siguientes semanas cumpliendo con la petición e intentando no caer de lleno en uno de los charcos.
Mientras tanto la alcaldía hizo lo que estaba en su mano para resolver el problema. Lo cual fue un fracaso, aunque debe admitirse que lo intentaron. Su primera idea fue rellenar los charcos, pero tras vaciar cuarenta y ocho sacos de arena en un solo charco y no lograr cerrarlo, decidieron que no sería rentable. Por lo que saltaron al paso más obvio según su razonamiento; si no podían rellenarlos podrían cubrirlos. Así que en cuanto se recibía el aviso de un nuevo charco se anclaba encima de este una chapa de hierro. Y funcionaba, nadie se caía en ese charco. Pero pronto llenaron el pueblo de chapas de hierro lo que a los vecinos no les gustó mucho, y lo que era peor, los nuevos charcos se creaban igualmente sobre estas, así que el plan también fracasó. No podían rellenarlos ni cubrirlos, así que solo les quedaba una idea que les parecía demasiado pesada; intentar entenderlos.
Tras dos meses desde el primer incidente ya estaba claro que nadie en el pueblo era capaz de comprender el origen de estos fenómenos, por lo que pusieron varios anuncios en prensa y televisión. No se tomaron muy en serio al inicio, pero en cuanto unos pocos medios descubrieron que el problema era real, se convirtió en el mayor viral de su época. El pueblo se llenó de investigadores, prensa y turistas. Qué bien comieron los charcos durante esa época. Por alguna razón a la gente le cuesta entender ciertas cosas bastantes básicas y, no pises los charcos de oro, es una de ellas. Porque no es que estos se creasen en un instante y si tenías la mala suerte de estar encima desaparecías. En realidad no se sabía ni se sabe como se forman, nunca nadie ha visto a uno aparecer, y durante días se llenó el pueblo de cámaras para obtener la grabación de este hecho. Pero solo se consiguió desvelar muchos secretos sociales y descubrir que los charcos simplemente están. Tampoco se sabe cual es fondo de estos, los pueblerinos decían que no tenían fondo, y aunque los investigadores y demás personas se rieron al inicio, terminaron por admitir que no lo tenían. O al menos no poseemos las capacidades para llegar al final. Tampoco se pudo grabar su interior ya que las cámaras no funcionan. Y los pocos experimentos donde entró un ser humano en ellos-con algún sistema de seguridad para traerlo de vuelta-fueron un desastre, ya que todos los sistemas fallaron y no regresó ninguno. Si algo biológico entra no sale, tampoco se sabe si muere, solo que no regresa. Y para finalizar, su composición no es oro auténtico. Esto dejó bastante tristes a los pueblerinos, ya que perdían la opción de una mina de oro infinita.
La realidad es bastante más inquietante; y es que no existe. No me entiendas mal, no quiero decir que ese material no exista en nuestro planeta u realidad, sino que no existe en la forma más básica de existencia. Es imposible medirlo u observarlo, para todo aquello que no sean nuestros propios sentidos no existe. Lo cual volvió loca a mucha gente. Y con este punto se llegó a la conclusión siguiente: No hay forma de cerrarlos, controlar u evitar su creación. Tras lo que el gobierno recomendó vaciar y bloquear el pueblo por seguridad de todos. Esto no fue tan sencillo como parece. Y no es porque los vecinos se quejaran de esta medida, que lo hicieron y a voces, sino por lo que sucedió después.
El pueblo fue vaciado y una sencilla muralla fue levantada a su alrededor, luego fue decorada con montones de carteles de peligro y olvidada. Hasta que se dieron cuenta que los vecinos la habían cruzado y vuelto a vivir en su pueblo. Volvieron a echarlos por su propia seguridad y estos regresaron de nuevo. La ridiculez se repitió cinco veces más. Tras lo cual el gobierno decidió tomar medidas mayores, lo que vendría a ser derribar todo el pueblo, pero los vecinos se pusieron en pie de guerra y esperaron a la maquinaria protegidos tras la muralla cuan combatientes del medievo. Seguramente fue la batalla menos épica y más increíble de los últimos cien años. La que terminó con la victoria de los pueblerinos, porque nadie ganará a los vecinos de Tuerco de Arriba a tozudez. Incluso se llaman Tuerco de Arriba sin existir Tuerco de Abajo, solo porque decidieron en una asamblea que eso les daba cierto encanto que les gustaba, y nadie les dijo jamás lo contrario.
Por lo que todavía viven en su pueblo, en el que apenas ya nadie cae en los charcos, y cuando esto sucede hacen una gran celebración en su honor. Y a veces también las hacen aunque nadie caiga en los charcos, para no perder la costumbre. Así que si vas de visita no te sorprendas cuando te saluden y digan sin importancia...
Buenos días y cuidado con el oro.



Diego Alonso R.

Comentarios

  1. Quien pudiera pasar unas vacaciones en ese pueblo. ¡Vaya aventura sería! jajaja

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  2. Sin duda aventura tendrías, sí. Me alegra que te gustara el relato.
    Un saludo.

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