Sin conocer el fondo




El viento contra mi rostro me obliga a entornar los ojos y cambia el tono de mis gritos. La caída es profunda y a medida que desciendo la oscuridad gana más cuerpo. Las paredes de piedra que me rodean comienzan a perder la definición de sus contornos...

Y me despierto.

El corazón rebota en mi pecho y siento la respiración pesada. Me incorporo mientras intento que mi cuerpo sea consciente de que estoy a salvo, que solo fue una pesadilla y que puede volver a la normalidad. El sonido de una notificación llama mi atención, miro el móvil y son las tres y doce de la mañana; y tengo un nuevo mensaje. Lo abro sin librarme todavía de toda la espesura de mi mente.

¿Quieres saber lo que hay al fondo del abismo?”

Con tan solo leerlo desaparecen de todas las cargas anteriores. Compruebo el número desde el cual fue enviado el mensaje: 6991. No tiene sentido alguno, ni tan siquiera sé a quién puede pertenecer. Intento buscarlo por Google pero parece que es incapaz de cargar la página, por alguna razón no funcionan los datos móviles. Releo la pregunta con un nudo en la garganta. Al fondo del abismo. No puede referirse a mi sueño, es imposible, ¿verdad? Seguro que es parte de alguna extraña campaña publicitaria y solo fue casualidad que llegase ahora. Ya mañana buscaré más información. Mejor sigo durmiendo, pero antes beberé algo, igual así logro deshacer el nudo en mi garganta. Al bajar los pies de la cama noto como se hunden en un frío charco. Los levanto alarmado y busco a tientas el interruptor de la luz, pero también noto la pared distinta, húmeda y rocosa. Aparto la mano más rápido que si la pared quemase y activo la función de linterna en el móvil. Durante unos segundos apunto a la cama temeroso de lo que podría ver a mi alrededor, pero termino por reunir el valor suficiente y veo que todo es normal. Estoy en mi cuarto y no hay nada extraño o fuera de lugar. Decido levantarme, pero al hacerlo de nuevo mis pies se mojan y los alumbro; no veo agua por ninguna parte. Sin duda noto el frío y el tacto húmedo, aunque no sea capaz de verlo. Me agacho confuso y doy un manotazo cerca del suelo, escucho el chapoteo en el agua y la mano mojada. Vuelvo a sentarme perdido y cada vez más asustado. Ayudado por la luz del móvil encuentro el interruptor junto a la cama e intento activarlo. Solo lo intento. Porque es imposible tocarlo, aunque lo tengo ante mí al intentar pulsarlo solo siento de nuevo la fría y áspera roca.

¿Por qué demonios...?

Anonadado por la falta de realidad hablé sin pensar. Y el móvil volvió a sonar por un nuevo mensaje. Lo abro intentando controlar el creciente temblor de mis manos.

Aquí la luz no puede ayudarte”.

Dejo caer el móvil sobre las sábanas y agarro mis manos para controlar el miedo. Como si dejar de temblar hiciera que todo esto terminase. No concuerda lo que veo con lo que siento y oigo. De alguna manera mi vista me está traicionando, porque este no es mi cuarto, ¿pero entonces dónde estoy? Las imágenes de la caída saltan a mi mente como respuesta. Las paredes de piedra se difuminaban a medida que las oscuridad del fondo las abrazaba, pero pude verlas, las forman piedras de cuarenta o cincuenta centímetros con completa simetría. Miro a mi izquierda con la función de linterna de nuevo, pero no puedo ver la pared, la verdadera pared y no la pintura que falsea la habitación. Recorro la pared con la mano buscando la similitud y concuerda. Estoy en el fondo. ¿Quieres saber lo que hay al fondo del abismo? La pregunta resuena en mi cabeza provocando más daño que una conmoción. No parece que haya nada aquí abajo, solo agua y piedra, pero debe haber algo más. Algo vivo. Capaz de comunicarse y que de seguro está cerca, porque dudo que sea casualidad que al hablar me llegara otro mensaje, debe estar lo suficientemente cerca como escuchar mi voz. La idea de que haya algo entre las sombras que no puedo distinguir me provoca un escalofrío. Pero no debo preocuparme, si estoy al fondo del abismo debo estar soñando, tuve un falso despertar y sigo dormido. Así que solo tengo que...

El móvil vuelve a sonar.

El peligro de los lugares irreales es que no todos tienen salidas”.

Esta vez no he hablado. No está respondiendo a mis palabras, lo está haciendo a mis pensamientos. Pero lo peor de todo no es que pueda mirar en mi mente, es que lo que ha querido decir; no hay salida de este lugar. ¿Puedo quedarme atrapado dentro de un sueño? No es posible, uno no puede perderse de esta forma. Pero aunque me diga que es imposible tengo que salir de aquí, no pienso quedarme a aclarar la posible duda. Intento pensar en una solución pero el sonido de mi mandíbula castañeteando no me deja pensar. Apoyo la cara sobre las manos para reducir el temblor y cierro los ojos intentando rebajar mis pulsaciones. Debo pensar en una salida y las únicas pistas que tengo son los mensajes. Pero no parecen ofrecer pista alguna, solo sirven como la personal presentación de lo más bajo, lo cual es eficaz para aterrarme pero no como ayuda. El número desde el que fue enviado es el “6991”. Tal vez signifique algo, si los sumas hacen veinticuatro y al sumar estos logras seis, con el cual podría formar todo el conjunto si no estuviera el uno. Y lo que estoy haciendo no tiene sentido. No sirve de nada, por mucho que separa y opere con ellos no voy a encontrar una respuesta, tan solo es... Mierda. Es el año en el que nací al revés “1996”.

Un sonido hace que deje mis teorías. Algo está avanzando por el agua, todavía parece estar lejos, pero sin duda se acerca. Ilumino en su dirección pero de nuevo la falsa habitación me rodea ocultándome la realidad que se acerca. Solo puedo escuchar como algo se acerca sin poder hacer nada. Es cierto que aquí la luz no puede ayudarme, así que apago la función de la linterna. Yo no puedo ver dónde estoy, pero si apago la luz puede que eso tampoco pueda verme, aunque no lo tengo claro. El chapoteo continua acercándose mientras intento controlar mi respiración en una inútil idea de pasar desapercibido. Y tras un tiempo indefinido mi ojos se acostumbran a la oscuridad y comienzo a diferenciar la pared a mi izquierda: No la de mi cuarto, sino la del abismo. Sin luces externas puedo ver la realidad en la que estoy, solo con siluetas a lo lejos y toscos detalles en la cercanía, pero puedo ver.

Ojalá no pudiera hacerlo.

Porque así no sería consciente de que me están observando. Estoy en una esquina, rodeado por las frías paredes de roca, y en mi único camino de huida están las sombras. Deben medir al menos dos metros y su silueta no encaja con la de una persona. Pero lo que está apunto de rebanar la cordura que me queda no son las sombras, sino aquello que viene tras ellas, el origen del chapoteo que ahora genera un verdadero estruendo. La criatura cuya silueta se difumina en las alturas, se ha detenido, y aunque no logro ver su rostro sé que me está observando. Todas las criaturas sonríen emitiendo una tenue luz desde sus bocas. Y luego la titánica sombra hace lo propio, mostrándome desde muchos metros sobre mi cabeza la mayor y más turbada sonrisa que he visto jamás.

Al mismo tiempo suena el móvil de nuevo. Lo cojo sin apartar la vista, no me atrevo a dejar de mirar, pero tengo que saber lo que pone. Desvío la atención tan solo un segundo para leer el mensaje.

Tan solo hay un continuo final”.



Diego Alonso R.

Comentarios

  1. Me has tenido al borde de la silla durante toda la lectura de este relato. Enhorabuena, es genial. Un saludo.

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    1. ¡Muchas gracias! Me alegra que te haya hecho sentir así, un saludo.

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  2. Cuando el móvil se quede sin batería todo acabará.

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  3. Esperemos que la próxima vez que suene el celular sea el despertador.

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