Es difícil creer todo el poder que tiene un sentimiento. Como aquello que algunos achacarán a una reacción química puede hacer que todo cobre un rumbo diferente. En mi caso, que sin duda es el que mejor conozco, hizo que comenzara una búsqueda que no he logrado terminar. Pero pronto lo haré, eso puedo decirlo ya mismo.
No diré algo tan típico como que esto será difícil de creer, porque no creo que lo sea, solo es algo más atípico de lo que sería un camino común. Estoy en un autobús de camino a un pueblo en medio de la nada rusa, y creo que entre el ligero traqueteo del camino, sería un buen momento para explicar porque un hombre se cruzaría Europa buscando un lugar en el que no ha estado. Podría resumir esto tanto que no entenderías ninguna de mis acciones, para ello solo tendría que decir lo siguiente: Estoy haciendo todo esto por el primer sueño que tuve en mi vida. Aquí ya nos encontramos con el primer dato que te hará dudar de la credibilidad de mis palabras, y no tengo pruebas que darte para todo esto, así que tendrás que poner de tu parte para creerlas. Soy capaz de recordar el primer sueño que he tenido en mi vida porque se convirtió en el núcleo de esta, con los años fue repitiéndose y creciendo conmigo, me mostró que forma parte de mi ser aunque no alcance a entenderlo.
Siempre empieza en medio del camino, es de tierra, y la hierba alta que lo rodea está algo aplastada. Amarillo paja y verde hierba son los colores que lo rodean todo, hasta alcanzar la cima donde enormes piedras descansan con un negro que a veces me parece azul. Siempre subo el camino hasta que en la lejanía aparece la casa azul; parece estar medio derruida y la naturaleza ha crecido hasta rodearla. Cuando la veo el sueño termina. No parece nada especial, si no fuera porque me despierto con un latido único, con el ritmo que uno siente al ver su hogar tras mucho tiempo. Tras demasiado tiempo. Ese fue mi primer sueño, pero no el único, porque a medida que he crecido el sueño ha ido avanzando. Con cada año cumplido podía llegar un poco más lejos en el camino. Y no había nada que anhelase más que abrir esa puerta, aunque no tenía idea de la razón, porque la causa no era la repetición. Era algo que iba más allá de lo que me considero capaz de explicar, por lo que no lo intentaré todavía. Pero cuando cumplí los veinte años logre alcanzar la puerta. Estaba tan nervioso. Podía notar el frío del hierro en la mano, escuchar el crujir de la madera al balancear mi peso... Y giré el pomo mientras empujaba la puerta con suavidad, pero me detuve cuando apenas llevaba un palmo, porque ya no era capaz de ver. Las lágrimas habían brotado tan rápido que no pude hacer otra cosa que detenerme e inspirar con fuerza la causa del repentino brote. El olor me llenó haciendo que mi mente temblase ante los recuerdos mi ser. Y me desperté incapaz de llegar más lejos. Desde entonces el recuerdo de un olor que no he conocido me permite viajar a través del tiempo.
Pero las explicaciones deberán esperar, porque el autobús se ha detenido.
La parada no está en el interior del pueblo, sino en sus límites, junto al lado del cartel de bienvenidos a Yarkost. Tan solo bajamos tres personas en esta parada; una mujer con suficiente espalda para cargarme todo el camino, y un hombre que recuerda a una cría de oso al caminar. Ambos recogen sus maletas bajo el autobús y continúan el camino junto al cartel, yo repito el proceso con unos segundos de retraso. No tardo mucho en llegar al pueblo, tan solo unos minutos por un camino poco iluminado, pero con la seguridad de ver a dos personas unos metros más adelante todo el tiempo. En cuanto vemos la primera y solitaria farola el ambiente cambia. No es un pueblo muy grande, la piedra de las viejas construcciones se combina con el metal de los arreglos y la media de edad de seguro que supera los cincuenta años. Pero de algún modo es agradable, es un pequeño punto de luz en medio de una fría y extensa oscuridad. Ya en el pueblo pierdo a los dos involuntarios guías y camino hasta encontrar una pequeña posada, seguramente la única en todo el pueblo. Entro y me encuentro un ambiente acogedor, rodeado del ruido de las altas conversaciones, el olor a comida caliente, y la tranquilidad de que nadie me observa.
Dejo la mochila ante la barra y llamo al camarero; un hombre con aspecto de rondar los sesenta, pero que de seguro tiene muchos más. Me habla en un ruso con el acento más cerrado que he escuchado hasta ahora, pero puede entenderse mientras no suba el ritmo. Le respondo en un ruso bastante decente, lo que por su gesto está claro que le ha sorprendido, y le pido una habitación y una buena cena caliente. Tras completar los trámites legales me guía hasta mi cuarto, una sencilla habitación con recias vigas de madera cruzando el techo, y luego bajo junto con el resto de clientes para disfrutar de una buena cena.
Regreso a la habitación con las mejillas rojas y el cuerpo caliente. Desde que superé los cuarenta tres pintas se han convertido en mi límite, un límite al que no suelo acercarme, pero está claro que hoy sí lo hice. Me quito los pantalones y me adentro entre las mantas, es hora de comprobar la cercanía de esta noche, de seguro que voy por buen camino. No tardo en acomodarme y concebir un sueño profundo.
Abro los ojos en medio de una oscuridad distinta a la anterior. La cama es más blanda, la calor es más húmeda, y noto el peso de otro el cuerpo contra el mío. Sé que cuerpo es; he ido conociéndola desde que tengo uso de razón. Pronto soy consciente de que hoy no veré su rostro, en esta densa oscuridad uno no puede ver ni la silueta de su propia mano, pero hay muchas formas de ver a alguien. Acaricio su rostro con cuidado, deslizando mis dedos por el perfil de su mandíbula, sabiendo que se llenaran del olor que amo, y me detengo al notar una nueva sonrisa.
–¿Tú no estabas dormido?
–¿Acaso no estoy soñando? –Es cierto que lo estoy, pero no soy yo quien responde, al menos no el de ahora.
–Eres imbécil.
Ambos nos reímos haciendo que las sombras sean aún más confortables, nos acurrucamos más contra el otro, y cierro los ojos para regresar a la posada rusa.
El frío lucha por entrar en la habitación hasta crear la humedad de la ventana como daño colateral. Me desperezo bajo las mantas y miro la hora; las ocho y diez de la mañana. Al levantarme noto que el suelo está caliente, será un pueblo pequeño, pero están muy bien adaptados al frío. También noto un ligero peso extra en la cabeza, tan solo es un pequeño pago por el exceso de anoche. Cojo mi cuaderno de sueños en la mochila y me siento en el pequeño escritorio, intento describir el sueño que acabo de tener con tantos detalles como pueda. Es algo que comencé a hacer con el primer hilo a la casa, supongo que he vuelto a perderte, lo lamento. Antes dije que siempre soñaba con el camino hasta la casa azul, y aunque este sueño es la piedra angular, hay otros que terminan por unirse a él. Es algo que tardé mucho en descubrir. Tras cumplir los veinte años y encontrar el recuerdo de su olor, acepté que era real, y no fue nada fácil hacer algo así. Hasta ese momento no tenía nada más que un sueño en repetición durante años, y eso podía deberse a muchas causas, probablemente psicológicas; pero yo lo acepté como algo real. Para esta decisión no tengo explicación objetiva alguna, porque por mucho que exprese el sentimiento de morriña y tristeza que sentía al despertarme, creo que la mayoría de la gente cree que sus delirios son reales. Pero como digo: lo acepte como mi realidad. Esto me llevó a un problema de proporciones planetarias. De forma literal, ya que la casa podría encontrarse en cualquier punto del planeta, eso contando que todavía se mantuviese en el mismo estado. Pero no tenía muchas opciones al respecto, o al menos no se me ocurrió ninguna decente por aquel entonces, así que hice una lista de países que podrían tener paisajes similares y empecé a viajar.
Está claro que el plan era ridículo. Yo mismo era consciente desde el inicio, ¿cuantos lugares existen en el mundo con caminos que suben por una tranquila montaña? La sola idea de hacer el cálculo me marea. Pero seguí intentándolo durante años, y en el proceso decidí aprender sobre todo aquello que pudiera serme útil en el viaje, fue así como aprendí ruso. Cuando llevaba cinco años viajando se me ocurrió una idea digna de serie de televisión, conseguir que alguien recrease en un detallado dibujo el paisaje, y luego usar algún programa para localizar eso en la vida real... Pronto me di cuenta de lo estúpida que había sido esa idea, me topé con tantos problemas que tuve que borrarla antes de tomarla en serio. Hasta que cumplí los treinta no encontré el primer hilo a la casa, estaba en un pequeño pueblo de Francia cuando sucedió. Tuve un sueño ajeno a la casa, pero solo en apariencia: Empezaba en medio de una persecución donde yo era el objetivo, dos hombres tras de mí gritaban un nombre que yo no conocía, pero que sin duda debía ser el mío. Tras girar varias esquinas y esconderme entre la gente los perdí, pero lo importante no es eso, la huida no era más que la forma en la que llegué al destino. Encontré una pequeña librería, los estantes de libros llegaban hasta el techo, y pequeñas mesas sostenían torres de libros, unido al reducido tamaño de la librería hacía que fuera como la entrada a un mundo en miniatura. Pero mi vista se olvidó de todas las historias que me rodeaban cuando ella salió tras un estante; vestía un vaquero y una sencilla camiseta, y la melena larga y negra se movía al ritmo de sus pasos, porque estaba bailando dentro del mundo que su walkman escondía. Al darse de cuenta de que no estaba sola se frenó avergonzada, y sin apagar la música se acercó para atenderme como un posible cliente, fue entonces cuando lo noté: Emanaba el mismo olor que estaba buscando.
Por aquellas no sabía lo que significaba eso, solo sabía que era ella a quien estaba buscando, esa mujer era la razón de mis sueños. Tres hilos más tarde me di de cuenta, cuanto más me acercaba al camino correcto más sueños de estos tenía. El sueño de la casa azul era una constante, algo que me recordaba lo que hecho de menos; y los sueños hilo eran aquellos que me mostraban el camino a ella, además del resto de nuestra historia. Así que empecé a anotar como eran esos sueños y donde sucedían. Fue un proceso lento, no los tengo a diario aunque vaya por el buen camino, he incluso con ellos el mundo es vasto, pero son la prueba de que voy bien; son los hilos que me guían a la casa azul.
Termino de anotar el último y guardo el cuaderno de nuevo. Aprovecho que tengo algo de espacio en la habitación para hacer un poco de ejercicio y luego me doy una ducha caliente. Bajo al bar con la sonrisa al saber que estoy más cerca y desayuno con calma, hoy será un día largo y quiero tener las fuerzas suficientes. Mientras tomo el café final hablo con el dueño sobre el pueblo e intento descubrir si existe algo similar a la casa azul. De primeras me dice que no, pero hay muchas clases de noes, y este era de los que rehuyen el tema, estoy acostumbrado a hacer este proceso así que lo tomo con calma. Desvío la conversación hasta un punto donde se encuentre más cómodo, algo que le haga hablar con soltura, y tras unas cuantas risas su tono es más ligero, entonces introduzco el tema de forma inocente e indirecta de nuevo. Esta vez funciona, me habla sobre una casa cuyo color no importa, pero que se dice que habitaba una bruja en lo alto de la montaña, duda sobre indicarme como llegar pero al final lo hace. Escucho una advertencia mientras me alejo, pero apenas logro escuchar lo que dice, ya tengo marcado el rumbo.
El camino hacia la comentada casa está al otro lado del pueblo, por lo que calmo mis pasos, al inicio para no llamar la atención, luego porque sé que es lo mejor para una larga caminata. Estoy tan nervioso que me sudan las manos, creo que esta vez es la definitiva, esa debe ser la casa que busco. Me detengo en un par de tiendas para reunir algunas cosas que faltan en mi mochila, quiero estar bien preparado para el camino. Durante el proceso observo el pueblo, se me hace familiar, no por haber estado en él sino por parecerse a otro que conozco bien. El pueblo en el que descubrí la verdad, o así lo presentaría alguien acostumbrado a lo corriente, yo solo diré que fue el pueblo donde aprendí algo más. Fue un sueño que tuve en Polonia, en él llegaba a casa antes de tiempo para una sorpresa y descubría algo inesperado; a mi pareja en medio de un rito de invocación. Fue una manera un tanto brusca de descubrir que estaba saliendo con una bruja, y admito que mi reacción fue algo peculiar, me reí hasta que me costó respirar. Porque una vez descubierto me di cuenta que estaba rodeado de pistas que por alguna razón no había unido jamás, pero que ahora eran obvias, supongo que siempre sucede eso cuando encuentras la pieza central. Y por si te preocupa, puedo asegurar por sueños que vinieron después que ese descubrimiento solo hizo bien a nuestra relación, se sentía más libre y seguimos juntos durante años, y todavía sigo enamorado de la bruja.
Al fin encuentro el camino a las montañas y me alejo del pueblo. Camino siguiendo la ruta durante horas, y cuando me detengo a comer ya no hay rastro del pueblo a la vista. La comida sabe de maravilla, no sé si por la emoción que palpita en mí o por ser comida casera, pero disfruto cada bocado y descanso unos minutos antes de seguir. Dudo en sacar el cuaderno de sueños y hacer un repaso hasta aquí, pero descarto la idea rápido, conozco bien mi camino e historia. En otra vida una bruja y yo nos enamoramos, ahora ese lazo todavía existe, y lo estoy siguiendo por todo el mundo. Tal vez esté equivocado y esos sueños no son recuerdos de otra vida, pero si ese es el caso ya no me importa, lo que sentí lo tengo claro, he decidido que esa es mi verdadera vida. Así que aprovecho la caminata para despejar la mente y relajar la presión del pecho. Tras horas de pasos logro calmar esa presión para sustituirla por otra nueva. Cometí un grave error al salir de la posada tan rápido, y es que no pregunté la distancia o el tiempo que se tardaría en llegar a la casa, y ahora la noche me rodea. Tal vez esta era la advertencia que perdí del posadero, las noches aquí son frías, debería dar la vuelta y volver en otra ocasión. Tal vez conseguir un vehículo en el pueblo para llegar más rápido. Pero eso significa pasar otra noche soñando estando más cerca que nunca.
Voy a seguir.
Su voz me dice que abra los ojos y que no me asuste. Lo hago y ante nosotros hay un ser cuyas titánicas dimensiones no deberían ser posibles dentro de la casa. Podría describirlo como la unión perfecta entre una serpiente, un buey y mucho orgullo. No entiendo que pasa y aunque me gustaría preguntar no puedo hacerlo, de nuevo no soy más que un observador desde el interior. El ser mueve su boca sin producir sonido alguno y un segundo más tarde su voz rebota contra las paredes. Nos pregunta la causa de su llamado, y es mi querida bruja la que responde con una seriedad que pocas veces he visto en ella, lo hace para pedirle mi inmortalidad. Apenas estoy digiriendo la petición cuando el ser responde, y un segundo más tarde escuchamos sus palabras de nuevo. Comenta que la manera común de conseguir la inmortalidad es que otro ser con dicha característica te la regale, ante esa sugerencia soy yo mismo el que respondo y me sorprende mi propia voz, es la primera vez que la escucho sonando igual a la que poseo en la actualidad. Y le explico al ser, con cierto temor controlado, que eso no es posible. La causa de esta petición es que yo soy mortal, y ella como bruja es inmortal, por lo que intentamos evitar un final condenado a las lágrimas sin renunciar a quien queremos. Tras esa afirmación-que al ser parece divertirle- responde con una propuesta, una especie de juego para él: El humano renacerá sin recordar su antigua vida, si encuentra la bruja y su hogar la inmortalidad obtendrá, pero hasta entonces ella deberá esperar. Ambos nos miramos y con menos dudas de las que esas palabras deberían generar aceptamos. En la mano del titánico un clavo gigante aparece, con uno de sus dedos une nuestras cabezas, y con decisión las une con el monstruoso clavo...
Despierto con el rostro en la nieve y me volteo tosiendo con fuerza. No sé cuando me dormí pero no es lo que importa. Por fin sé la verdad. Sí son mis recuerdos, los atisbos de la vida que una vez tuve, los llamados desde el otro lado del lazo. Pero esto significa que ella todavía está en la casa, no puedo perder el tiempo ahora, no debo caer de nuevo ante el frío. Intento levantarme pero mis piernas no me responden y solo logro ponerme de rodillas, intento frotarlas con las manos para generar calor, pero con ello solo logro darme cuenta de que tampoco noto estas. Termino por arrastrarme intentado recortar unos pocos metros pero ya no puedo moverme más. No siento la mayoría de mi cuerpo y aquellas zonas que noto solo me generan un capeado dolor. Mi rostro cae de nuevo contra la nieve mientras intento gritar a mi cuerpo que me obedezca. Los ojos se cierran de nuevo... Pero los abro sin llegar a abandonar este lado, porque siento calor en mis labios, una calor que inunda mi boca y se adentra por el pecho, gracias a la cual logro levantar el rostro. Veo atónito como de todo mi cuerpo nacen nubes de vapor y el calor inunda cada centímetro de mí. Me levanto creyendo conocer la causa para esto, así que abandono la calma y corro tan rápido como puedo. A cada paso mis pies se hunden en la nieve y esta se derrite a mi alrededor. Logro llegar al final del camino y la veo al fondo, desde aquí no puedo ver su característico azul, pero su forma es reconocible en cualquier lugar, y sobretodo; tiene luz. Algo me golpea con más fuerza que nunca, un nerviosismo infantil y eufórico que se aproxima a la felicidad, corro de nuevo sabiendo que la nieve se apartará ante mí.
No tardo en alcanzar el porche de la casa, libre de nieve y con la madera caliente bajo mis pies. Agarro el pomo notando su frío de nuevo, lo giro abriendo la puerta tan solo un palmo, y el olor me alcanza con más matices de los que nunca ha tenido. Entro y la veo sentada en un pequeño sofá, con las manos alrededor de un pequeño caldero del que brotan unas llamas acordes a este; aquellas que sin duda me han salvado. Su imagen se difumina ante las lágrimas que limpio rápido para no perderla vista.
–Has tardado en llegar.
–Lo sé.
Se levanta sonriente y con los ojos brillantes. Camina hasta estar a menos de un paso...
Y al fin nos damos el abrazo que hemos esperado una vida.
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