Una vida sin rostro




Tras tres tonos responde una de las cientos de monótonas voces hastiadas por la repetición.

Emergencias, dígame.

...lguien...mi cas...

Perdone, ¿podría hablar más alto?

...alguien en...casa..

Lo siento, no la escucho bien. ¿Puede repetir, por favor?

Hay alguien en mi casa.

La voz pertenece a una anciana, la delata toda la arena que sus palabras atraviesan para salir, y el temblor de esta muestra su estado.

Señora, ¿dice que hay un intruso en su casa?

Sí, por favor mande ayuda. No puedo salir.

Está bien, tranquilícese. Dígame, ¿como se llama?

Elvira. Me llamo Elvira, ¿va a mandar a la policía? Por favor, hágalo rápido.

Sí, ahora mismo Elvira. Pero necesito que me responda algunas preguntas para poder ayudarla.

Pues hágalas de una vez y mande a alguien. Lo escucho moverse por la casa.

El ruido de derribos, golpes, y demás estruendos; acompañan de fondo a sus palabras.

¿En qué dirección se encuentra?

Vivo en el número catorce de la Avenida …

La llamada sigue en línea, es Elvira la que guarda un repentino silencio.

¿En el...? ¿Elvira, está ahí?

No encuentra respuesta.

¿Elvira?

Shh.

Afinando el oído se puede escuchar pasos y algunos cajones abriéndose. Todo tras la cortina creada por la respiración profunda de la anciana. Luego el sonido de la puerta al cerrarse y un pequeño silencio.

Ha estado en la habitación, he tenido que meterme en el armario.

Muy bien hecho, quédese ahí hasta que llegue la ayuda.

¿Ya viene la policía? Ay, menos mal.

Primero necesito que me diga su dirección, antes no terminó de decírmela.

Es el número catorce de la Avenida Herrón, en el segundo piso.

Bien, una patrulla saldrá ahora para ahí, no se preocupe.

Gracias, muchas gracias de verdad...

Intente guardar silencio, es más seguro, yo esperaré con usted; no está sola.

¿Tardarán mucho en llegar? Dígales que vengan rápido, escucho como está rompiendo las cosas.

Llegarán en unos quince minutos, espere por favor.

Eso es mucho tiempo, y está rompiendo todo... Está destrozando mi casa, puedo escucharlo.

Sé que no es fácil, pero llegaran lo antes posible, solo espere escondida Elvira.

Espera, el ruido a parado, tal vez se haya ido.

Un profundo silencio se alarga durante casi un minuto

¿Debería salir? Ya no le escucho.

Puede que se haya ido, en tal caso mejor para usted, pero no lo sabemos seguro. Mejor no salga de su escondite, ¿está bien?

Está bien, no saldré.

La respiración pesada y raquítica de la mujer sostiene la realidad del hecho.

Sigue aquí, le escucho caminar por la casa... Ayúdenme.

Respire hondo e intente tranquilizarse Elvira, la patrulla va de camino, ya falta menos para que lleguen.

Creo que viene a la habitación de nuevo. Por favor, va a encontrarme.

Ninguna clase de destrucción rellena el ruido de fondo, solo pasos decididos.

Quédese ahí Elvira, solo espere.

La puerta de la habitación choca contra la pared al abrirse de un golpe. Los pasos lo recorren todo y el sonido de sus pertenencias rompiéndose los escoltan.

Está aquí.

El silencio toma el mando de nuevo...

¡No! No, déjame... ¡Déjame!

El micrófono del móvil solo capta con claridad un par de golpes antes estrellarse contra el suelo.

¡¿Elvira?!

Un balbuceo inteligible se mezcla con el llanto, hasta que un húmedo corte lo silencia, el estruendo de un peso muerto deja pasa al silencio.

Elvira, ¿sigue ahí?



Diego Alonso R.

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