Mirar atrás



La he cagado.
Llevo una semana con la misma idea en mi cabeza y decidí hacerme el valiente, si es que soy imbécil. Hace una semana estuve en este lugar, pero sentí miedo y di la vuelta, debí hacer lo mismo hoy. Tengo la costumbre de salir a correr por las noches, al principio lo hacía por problemas de horario, pero con el tiempo me gustó y ahora lo mantengo como parte de mi rutina. Lo habitual es que salga a correr entre las calles del pueblo, pero el fin de semana no, tuve que hacer una excepción, por romper la rutina.
Recorrí un camino bordeando la costa y alejándome del pueblo, cuanto más lejos estaba, menos luces había. Al llegar al final tenía tres opciones; la primera era volver sobre mis pasos, pero no me apetecía repasar todo de nuevo; la segunda continuar por una carretera cercana, pero eso lleva al otro pueblo y yo quería regresar a casa; y la tercera era pasar bajo un puente para pillar un atajo, me decanté por esa. Es un camino de unos trescientos metros que atraviesa el monte cuesta arriba, desemboca en una carretera iluminada con algunas farolas, y si la sigo esta sí lleva al pueblo de nuevo. Así que entre y cuando llevaba unos cien metros me frené. Estaba asustado. No porque estuviera a oscuras y alejado de todo, que también, estar solo en el bosque y a los dos de la mañana impresiona. Noté que algo iba mal. Vale, esto es difícil de explicar, pero lo intentaré. ¿Sabes cuándo notas que alguien te está mirando? Bien, mantén esa sensación en tu mente; y ahora imagina que ese alguien, al que no ves pero sabes que está, se acerca a ti. Tú no puedes verlo, pero le bello se te eriza, se te pone piel de gallina, tu boca se seca... Tu cuerpo te grita que hay peligro. Eso es lo que me pasó. ¿Qué hice en ese momento? Lo más inteligente, correr en dirección contraria y hacer todo el camino de vuelta a la inversa, sin detenerme.
No me importa admitirlo, esto está por encima de la estúpida imagen de hombría, pensé que no saldría de ahí. Igual pude esperar unos segundos, o intentar avanzar unos metros más, tal vez habría visto que no pasaba nada, o seguramente estaría muerto. El hecho es que hice caso a mi instinto, al que no todos tenemos, y salí por patas. Pero he pasado toda la semana dándole vueltas a ese instante: ¿me asusté por nada?, ¿por qué tuve tanto miedo?, ¿realmente había alguien?, ¿me sugestioné?
Decidí pasar por allí para quitarme las dudas y ayudarme a despejar todo el asunto. Así que pille el coche y recorrí el camino, hasta paré y caminé un poco por él antes de volverme a casa, pero de día claro. No es lo mismo y lo sé. Por eso no sirvió de nada. Y por eso decidí repetir el proceso de noche. Esperé casi hasta las dos de la mañana y pillé el coche, conduje hasta el puente, bajé del coche y entré en el camino. Avanzar entre la oscuridad no fue fácil, no se veía nada y el suelo estaba lleno de ramas, pero a diferencia de la otra ocasión no quise encender la linterna del móvil. Igual es un grado alto de paranoia pero, si hay alguien o algo en el bosque, tengo más opciones de pasar desapercibido sin una luz que diga donde estoy. Todo fue bien hasta llegar a los cien metros, el mismo punto donde salí corriendo la otra vez. En ese punto no sentí nada, ningún tipo de advertencia ni miedo, nada más allá de la paranoia que traía conmigo de casa. Y decidí seguir, llegar hasta el final del camino y con ello demostrarme que no hay nada extraño en ese lugar, olvidarme de todo y quedarme tranquilo.
Todo iba bien, avanzaba tranquilo y hasta empezaba a sentirme cómodo. La vista se me estaba acostumbrando a la oscuridad y podía avanzar con más seguridad por el camino, podía mirar los matorrales y árboles a mi alrededor y ver que no hay nada extraño. Hasta era capaz de escuchar mis pasos. Y ellos trajeron al miedo de vuelta. Había demasiado silencio, es cierto que era muy tarde, pero debería haber algún ruido, animales entre la vegetación, las hojas movidas por el aire, algo. Pero el único ruido eran mis pasos, sin duda eso hizo que el miedo regresara, y entonces dejé de caminar. Los pasos seguían sonando.
No eran mis pasos.
Antes de darme cuenta estaba sudando y con el bello erizado. Los pasos venían tras de mí, se acercaban, y decidí esperar a ver qué aparecía. Intenté tranquilizarme diciéndome que sería algún caminante nocturno, o algún corredor... No tenía mucho sentido ninguna opción que nombraba, pero me ayudaba a mantenerme en el sitio. Los pasos resonaban con más intensidad o eso me parecía. Y empecé a verlo, era la silueta de un hombre, pero no podía ver sus rasgos. Me dije que no pasaba nada, ¿ves? Solo es un hombre. Le hablé y me ignoró, solo caminaba hacia mí, y tuve miedo. Puede que solo pareciera un hombre normal, pero tuve miedo, ¿qué hacía ahí?, ¿por qué no me respondía? No era capaz de responder mis propias preguntas de modo que me tranquilizase, debía irme, pero el coche estaba a sus espaldas. Di la vuelta y salí corriendo en la otra dirección, tenía que salir del camino, llegar a carretera y sus luces.
Corrí un pequeño tramo y me detuve para comprobar si todavía venía tras de mí. Lo había dejado atrás así que no podía verlo, pero sus pasos todavía sonaban, pausados y con fuerza, ¿por qué no se escuchaba nada más? Seguí avanzando hasta que logré salir. Dudé entre seguir corriendo hasta llegar a mi casa, ya volvería por el coche en otro momento, pero sabía que sería peor, jamás me quitaría las dudas de la cabeza. Decidí cruzar la carretera y esconderme tras un arbusto a esperar, así podría verlo.
De todo esto hace más de media hora. El hombre ha llegado al final del camino y sigo sin ser capaz de ver sus siluetas. No se mueve, ni yo tampoco, no tengo el valor. No puedo ver su rostro, pero sé que está mirándome.



Diego Alonso R.

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