El Limbo no es diferente a cualquier bar de carretera terrestre. Tiene bebida y comida barata, poca luz, y un ambiente dudoso; pero siempre con clientela. Estamos en la hora donde los clientes de paso deberían estar atentos con quién chocan por accidente, al menos para conservar todas las extremidades en su lugar, sin importar cuantas tengan. Hay una mesa en el centro exacto, pero esa no nos importa, la que queremos ver es la que está a su izquierda. En ella cinco clientes intercambian rondas y anécdotas, mientras mantienen un bueno juego, el cuál está apunto de terminar.
–… y así salí de esa maldita colmena. –Alinos remata su historia con una risotada.
–Vale, ese final sí que fue una sorpresa. –Sorprender a una cyborg tiene mérito.
–Bien, pues creo que ya tenemos ganador, ¿verdad? –El que habla es Ut. Un humano alto y delgado de la colonia Hitos.
–Bueno, todavía quedan dos historias por contar. –Mei es una cyborg de piel grisácea y ojos verdes, los cuales apuntan a Marta, una mujer morena y de curvas prominentes la cual bebía tranquilamente.
–¿Yo? Creo que primero debería hablar otro …
Todos miran a su quinto acompañante, un ejemplar de Kuix. Que para el ojo inexperto parece una hormiga de un metro con protomanos al final de cada extremidad. Pero nada más lejos, estos seres son mucho más avanzados de lo que su aspecto nos indica, es solo que no les gusta usar ropa. Pero el Kuix no dice nada, solo da otro pequeño mordisco a su sandía y espera a la siguiente historia, era de esperar, nunca habla. Y todas las miradas regresan a Marta.
–Si no crees que puedas superar mi historia no pasa nada, no todo el mundo tiene una buena historia que contar. –Alinos sonríe dándose por ganador. Y ríe con el estruendo propio de un hombre de su envergadura, ni tan siquiera su poblada barba rubia puede ocultar sus dientes. Pero si hay algo que enciende a Marta es que subestimen sus opciones.
–En realidad sí tengo una, pero dudo que la creáis. –Continua bebiendo sin decir nada más para crear expectación.
–Oh venga, no puedes decir eso y callarte, cuéntanos. –Ut ya ha picado.
–Está bien –deja su jarra sobre la mesa y sonríe–, he visto al Último Viajero.– Los ojos de todos los integrantes se pusieron como platos. Y tardaron un tiempo importante en articular palabra.
–Mientes. –Alinos interviene el primero. Y parece un poco ofendido.
–Ya dije que no me creeríais...
–Pues claro que no. Está bien que quieras ganar la competición de anécdotas, pero no hace falta que te inventes algo así.
–Yo no creo que mienta. –El grandullón se gira para mirar a Mei.
–¡Venga ya! Todo el mundo sabe que esa criatura es un mito. No existe un ser así, en ningún lado.
–Claro, porque tú has visto todo el universo, ¿verdad? –El tono de la cyborg tiene más gracia que malicia.
–No, pero...
–Pero nada. Déjala que hable. –Se gira para la próxima narradora- Cuéntanos tu historia Marta, por favor.
–Bueno está bien....
»De esto hace unos diez años. Llevaba tanto tiempo sentada en el váter que se me había dormido la pierna izquierda. Pero que sepáis que es algo habitual en mí, todavía ahora sigo intentado encontrar soluciones a mis problemas mientras defeco, no tengo un lugar mejor para que me ataque la inspiración. El hecho es que de pronto alguien abrió la puerta. Yo estaba lista para gritar al gilipollas de turno, pero cuando miré era yo misma. Os juro que era yo, tras de mí solo había oscuridad, y parecía igual de sorprendida. Ella, la otra yo, cerró la puerta de golpe. Está claro que yo dejé el baño de la gasolinera y fui directa a mi coche, cojeando (aún tenía la pierna dormida) y pensando qué mierda acababa de ver, además alegrándome de que fuera tarde y nadie me viera andar tan torpemente.
»Pues cuando llevaba la mitad del camino fue cuándo lo vi. En la carretera se formó un enorme destello verde, y cuando digo enorme, quiero decir que por un instante pensé que era de día, si en la Tierra la luz fuera verde claro.
–Espera, espera. ¿Has dicho Tierra? –Ut la interrumpe con una cara de estar muy perdido.
–Sí, soy de ahí.
–Pero si la Tierra... Bueno, ya sabes. Dicen que empezamos ahí, pero no queda nadie vivo que naciera en ella, ni tan siquiera recordamos donde está. ¿Cómo vas a ser tú de ahí? –Marta sabía que esto pasaría y lo escuchó sonriente.
–Si me dejas acabar lo entenderás todo. ¿Puedo seguir o alguien más quiere interrumpirme? –Todos se quedaron en silencio para que siguiera hablando.
»Bien, ¿por dónde iba? Ah sí, la luz. Pues lo iluminó todo y aunque cubrí mi rostro con las manos tardé un poco en ser capaz de ver de nuevo. Pero podía escuchar una especie de siseo atronador que se acercaba a mí, además el suelo temblaba, y el ruido de un enorme destrozo venía con él. Cuando pude recuperar la visión vi al Último Viajero. Es sin duda el ser vivo más grande que he visto jamás, y me atrevería a decir que es el ser más grande, en todo el poder de la palabra. No sabría explicar sus proporciones, pero ocupaba toda la imagen ante mí, toda. Parecía una especie de gigantesca tortuga, pero de su caparazón no salían patas. Supongo que se movía con una cola o algo así, pero no lo sé, porque por su envergadura no podía ver la parte de atrás. Emitía un color verde con un ritmo casi musical. Y de pronto el miedo saltó por encima de la sorpresa y me pego una bofetada. Corrí directa al coche con la pierna más despierta que nunca y entré, pero el Viajero era mucho más rápido de lo que pensé y ya lo tenía encima, con la boca abierta...
»Y me tragó.
–¡Joder! ¿Y cómo es por dentro? –Alinos está con las dos manos apoyadas sobre la mesa, con la misma tensión que un niño ante los cuentos de los abuelos.
–¿No era que era todo una mentira? –Marta lo mira con una sonrisa torcida y pícara.
–Ahí te ha dado eh. –Ut se ríe y todos lo acompañan.
–Puede ser que mi boca suela hablar antes que mi cabeza. Lo siento, ¿pero cómo era por dentro?
–No pasa nada. –Marta bebe un buen trago satisfecha antes de continuar.
»Al principio no lo supe, me desperté en el coche muy perdida y con dolor de cabeza. Pero cuando pude pensar de nuevo el terror me arropó. Por aquella época yo no sabía de la existencia de vida fuera del planeta donde vivía, y que mi primer contacto fuera un ser gigante que me tragó sin esfuerzo, y que encima seguramente estuviera en su interior... Son razones de sobra para asustarse.
»Entonces intenté encender el coche y descubrí que funcionaba perfectamente. Estaba dispuesta a acelerar hasta salir de ahí, no era la mejor idea, pero sí lo máximo que mi asustada mente imaginó. Pero entonces recordé lo que había visto antes. El baño. Así que acerqué el coche tanto como pude, y no fue tarea fácil. Porque algo que no dije es lo oscuro que estaba ahí dentro, era una oscuridad tan densa que los faros del coche apenas iluminaban un par de metros más allá. Además el suelo parecía estar acolchado o algo así, era muy difícil conducir en ese ambiente. Pero logré dejar el coche tan cerca como pude de la puerta del baño. Me bajé y el suelo era blando. No lo pensé dos veces, agarré la manilla y abrí la puerta, pero no había nada especial. Entonces la cerré, y por el pequeño espacio bajo esta, una pequeña franja de luz verde salió. Volví a abrirla y ahí estaba yo, sentada en el váter sin saber qué mierda iba a pasar. Pensé en decirme lo que sucedería, que corriera al coche y conduciese tan rápido como fuera capaz, o directamente entrar en el baño y estar a salvo. Pero el suelo se movió haciendo que me cayese tirando de la puerta y cerrándola. Y sí, la abrí más veces pero ya no había la misma escena de antes.
»Intenté llegar al coche y tuve que poner todo mi empeño en ello. El suelo estaba blando, resbaladizo, y no paraba de moverse; y cuando me caí descubrí que también era viscoso. Entonces uní los cabos más obvios, debía estar todavía en su boca, y eso debía ser su lengua. Si eso era así todavía tenía opciones de salir de aquella locura. Así que me subí al coche, abroché el cinturón, y coloqué el coche en la dirección opuesta a la que estaba cuando el ser me comió... Y luego aceleré.
»Me la jugué mucho porque apenas veía nada y era una locura conducir por ahí, en serio, nunca vayáis rápido por una lengua gigante. Aunque acerté, porque tras otra ola de luz verdosa que se filtraba desde el fondo, la boca se abrió. El coche tropezó en lo que creo que eran sus dientes y salí por los aires. Me estrellé y perdí el conocimiento. Luego me desperté en la colonia de Praxis.
–Vale chicos, creo que tenemos ganadora, si nadie tiene algo que objetar. –Mei mira de hito en hito a todos los miembros de la mesa.
–Es una maldita locura, pero creo que esta historia vale la victoria. ¿Tú que dices Ut?
–Digo que ya podemos sacar las carteras, porque vamos a tener que pagarle muchas copas esta noche.
La especie de hormiga asiente y muerde de nuevo su sandía como respuesta.
Marta ha ganado la apuesta. Y sonríe despacio, intentando borrar la pena de los viejos recuerdos que ha dejado atrás.
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