313



Estaba repitiendo el mismo sueño otra vez. Ya hace dos semanas que salí del hospital, pero el sueño es el mismo. Veo a la gente hacerme señas, entonces miro a la izquierda y veo un coche viniendo hacia mí. Esta fuera de control. En mis auriculares suena Skillet y no soy capaz de moverme..., luego viene el golpe y lo veo todo hasta que mi cabeza choca contra el suelo.

Entonces despierto.

El móvil está sonando en la mesilla. Respondo como puedo y suena la voz de un hombre, parece molesto. Me hecha la bronca por “dejarlo tirado como una rata en el arcén”, pero no reconozco su voz y al preguntar quién es se indigna más. Dice ser mi tío e incluso así tardo algo en reconocerlo, pero cuándo lo logro me disculpo y le digo que no me encontraba bien, al final cede y quedamos para la próxima semana. Pero la verdad es que al colgar recuerdo quien es pero no haber quedado con él. El hecho es que desde el accidente he estado algo perdido, pero últimamente la cosa está yendo a peor. Me olvido de cosas y diría que mis sentidos a veces fallan; pero puede que todo sea algo mental. No lo sé.

El hecho es que me levanté y fui al baño para despejarme un poco. Me lavé la cara y me quedé mirando al espejo. Todo estaba igual que siempre, excepto por el hecho de que no podía moverme. No podía moverme. Ni tan siquiera podía parpadear. Podía ver las gotas deslizarse por mi frente, rodear mis cejas y seguir cayendo, pero no podía moverme. Y durante los segundos que estuve bloqueado escuchaba un pitido en repetición, daba la sensación de que debería ser un pitido largo, pero que también se había atascado y no lograba avanzar. Luego el baño quedó en silencio y yo quedé libre. Me sequé la cara como pude y volví a la cama. Estaba nervioso y respiraba con grandes bocanadas, ¿qué acababa de pasar? Como dije había tenido algunos problemas desde el accidente, pero nunca algo como eso. Estaba asustado.

Iba a levantarme cuando vi la llave. Estaba sobre las sábanas donde había dormido. Y eso no tenía sentido alguno, ¿por qué iba a dormir con una llave encima? La cogí y sentí pequeño hormigueo en los dedos. Eso ya me pareció extraño pero no me provocó el mismo miedo que acababa de sentir hace unos momentos; solo curiosidad. Era una llave de unos cinco centímetros y con el culo redondo, no era diferente de cualquier otra llave. Me fijé que tenía algo escrito y lo leí en voz alta “313”. Nada más pronunciar esas palabras escuché un click y sentí un pellizco en el pecho. Levanté la camiseta y en mi pecho había una ranura. Debería haberme asustado pero no fue así, movido como en un reflejo metí la llave en la ranura de mi pecho y la giré.

Luego pensé que me estaba volviendo loco.

Sonaron varios clicks de nuevo y dos chorros de vapor azul salieron a cada lado de mi torso. Era caliente y estaba quemando la camiseta, así que me la quité y la tiré a un lado. Entonces pude ver mi torso mejor. Mis costados estaban llenos de pequeñas ranuras abiertas en vertical, y de cada uno de esos espacios salían unos diminutos tubos que disparaban el vapor azul en diagonal hacia abajo. Mi pecho se había abierto alrededor del centro donde tenía clavada la llave. Estaba lleno de placas, unas se hundían y otras se esparcían hacía fuera dejando mi interior al descubierto. Entonces empecé a gritar de pánico y dolor. Porque no entendía nada y estaba claro que eso debía de dolerme. Pero me di cuenta que no sentía dolor alguno y eso me hizo calmarme de golpe, una sorpresa ayuda a llevar otra. Estuve así lo que me pareció un minuto, hasta que me atreví a girar la llave y quitarla, entonces mi cuerpo regresó a la normalidad. Ni tan siquiera volvió a aparecer la ranura de mi pecho.

Y entonces vino al hospital. –La doctora había escuchado toda la historia mientras tecleaba en su ordenador demostrando cero sorpresa, tal vez sea cosa de trabajar en urgencias.

Sí. Y sé que parece una locura pero... –La doctora levanta la mano para hacerlo callar.

No se preocupe. ¿Esta es la llave? –La tiene en la mano y el hombre responde con un cabeceo–. Bien, hay muchas causas para las alucinaciones, hizo bien en venir y ser sincero; encontraremos cuál es la causa. Por ahora le haremos una resonancia, tal vez el accidente que sufrió dejó alguna secuela que no hemos visto.

Claro, muchas gracias.

Nada, espere aquí y ahora vendrán a buscarlo.

Alex se queda solo. La habitación es la estándar de urgencias, una cama para examinar a la derecha, un pequeño escritorio al fondo, dos armarios con etiquetas y un montón de estanterías llenas de material médico. Y sobre la cama está sentado Alex. Es un hombre entre la veintena y la treintena, delgado y con los hombros anchos, unas cejas rubias y pobladas y el pelo rapado. Espera mirando al suelo y pensando si hizo lo correcto. La doctora lo ha tratado con amabilidad y no había pensado en la opción que ella plantea, tal vez tenga secuelas del maldito accidente, y eso es mejor que estar loco.

No tarda mucho en llegar un celador con una silla de ruedas. Alex dice que no hace falta, ya no le gusta llevar un camisón de hospital, menos le gusta ir en silla de ruedas, pero el celador insiste en que es el protocolo y termina por aceptar. Lo guía por los pasillos del hospital, y al cabo de un minuto, están moviéndose por las zonas del hospital que solo conocen los trabajadores. El ambiente cambia despacio, pasando del anodino e iluminado estilo de urgencias, al marcado y oscuro estilo de una planta más antigua. Nunca ha estado en esta parte del hospital.

¿Está seguro que vamos por el camino correcto? La otra vez no me hicieron la resonancia en esta planta. –Espera que el celador no se lo tome como una ofensa a su trabajo, pero el ambiente de esta planta lo pone nervioso.

Sí señor, la máquina de urgencias está estropeada así que lo llevo a otra. En breves estaremos.

No insiste más pero tampoco se queda tranquilo.

Al rato entran en una sala con una camilla en el centro, rodeada de máquinas y grandes focos. Nada de resonancias; está claro que esta en un quirófano. Siente el mismo miedo que un animal al descubrir que está en una trampa. Se levanta de la silla y se voltea para mirar al celador. Parece un hombre normal, alto y con barriga. Este no dice nada ni se sobresalta, tan solo da la vuelta y sale por la puerta, dejándolo solo en la sala. Alex espera tenso, esperando que de las tres puertas que dan a la sala empiecen a entrar personas hasta que logren atarlo a la camilla y hacerle... Hacerle algo, no sabe muy bien el qué, pero tampoco quiere descubrirlo. Pero no sucede nada de eso, en realidad durante casi un minuto no sucede nada, hasta que ella entra. La doctora. Una mujer negra, de estatura media y el pelo recogido. Camina ignorando al animal acorralado y se frena ante la camilla.

Bueno Alex, será mejor que te tumbes.

Esto no es una resonancia. –Ella sonríe.

Claro que no, tu problema no se va a arreglar con una simple resonancia. –Saca la llave del bolsillo de la bata–. Admito que fue fallo nuestro, te reinsertamos mal, pero no te preocupes lo arreglaremos en un momento. Túmbate en la camilla, por favor. –Su tono de voz muestra la calma de la monotonía.

¿Fallo vuestro? No entiendo nada. Y además no creo que esta sea la manera de tratar a un paciente.

No tengo tiempo para esto Alex. Obedece. –Alex siente un hormigueo por todo el cuerpo. Se pone nervioso y su respiración se acelera–. A la mierda, cogedlo.

Tras él la puerta se abre y está el celador acompañado por tres personas más. Retrocede despacio sin perderles de vista y entonces saltan a por él. Corre hacía la puerta de la derecha pero una mujer lo alcanza y derriba. Alex logra escabullirse en el suelo, y mientras ella intenta cogerlo de las piernas él le suelta una coz sobre su cara. Ve como un líquido azul sale por la nariz de su agresora y antes de que los otros lo alcancen se levanta y sale por la puerta. Corre asustado por los pasillos y el ruido de las pisadas lo persigue. No sabe qué está pasando pero tiene claro que debe salir de ahí. Encuentra la puerta que da a las escaleras, pero las pisadas están muy cerca, así que la deja abierta y entra en la habitación de al lado.

Espera apoyado en el lado interno de la puerta y los escucha llegar. Tras unos segundos las pisadas suenan escaleras arriba; lejos de él. Espera hasta que no es capaz de escuchar las pisadas y luego sale. Ante él se encuentra la doctora y con el rostro impasible lo apunta. Es un objeto redondo con un mango y gatillo, no lo ha visto antes, pero entiende que es un arma. La mujer aprieta el gatillo y el arma emite el sonido de un golpe bajo el agua; luego nada. Tras un segundo piensa que tal vez el arma ha fallado, pero entonces nota el impacto de un golpe invisible. No lo lanza ni mueve del sitio, pero siente como todo su cuerpo tiembla, y al bajar la mirada ve que está destrozado.

En el centro de su torso tiene una enorme herida, de la cuál salen chispas y restos metálicos, todo ello bañado por algo de sangre y el mismo líquido azul que vio en su agresora.

No lo resiste y pierde el conocimiento.

Ha sido capturado. 


Diego Alonso R.

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