Incoherencia y realidad



La veracidad de esta historia está truncada por la mente de su protagonista. Eso no significa que cada palabra peque de embuste, sino que la línea que separa realidad y mito es inexistente, recayendo en ti la decisión de volverla a su lugar o dejarla vagar. Porque Julián Temperos está a dos saltos de pértiga de la realidad común, en su pueblo lo han apodado como «Tuerce ideas» o «Sigue luces», y su cabeza sirve como antena de todas las ideas caóticas que cruzan la pequeña comunidad. Su visión del mundo nunca brilló pero, tras el suceso de las luces, las cosas cambiaron. En plena noche entró en el bar al grito de «¡Las luces! Las luces se lo han llevado todo.», se llevó consigo a la mitad de la taberna y solo descubrieron que su casa estaba igual que siempre. Ese hecho no solo afectó al papel que cumple en el pueblo, sino a su mente, porque como dije, tras ese día la cosas cambiaron.

Sigue buscando una explicación para aquella noche que aleje a su mente como eje de la respuesta. Porta una libreta bautizada como «La Revelada» en la que anota patrones que podrían ser vitales para la verdad. Y asegura haber encontrado una realidad alejada de esta sociedad pútrida y cegada por sus propia mierda. Una en la que la biblioteca esconde un oscuro secreto entre sus estanterías, en la que la cerveza ha sido alterada para que no veamos los patrones, y en la que las luces nos dieron la vida. Por supuesto vivir en un mundo con tantas capas no es sencillo, sobretodo cuando eres el único capaz de notarlas, pero eso no afecta en ningún momento a su humor. Siempre está dispuesto a contar sonriente como ve el mundo, aunque las sonrisas que le vuelvan sean de otra índole. Y que no quisiera hablar de su nueva realidad debió ser un aviso de que algo sucedía, si alguien estuviera atento a las señales, pero todo el mundo estaba ocupado con su propia mierda.

Como cada día Julián Temperos se levantó al ritmo de “Poker Face” de Lady Gaga, que según él era la cumbre musical de la humanidad en el último siglo. Se preparo el desayuno entre pasos de bailes dispersos y una nula capacidad de entonación, y se sentó a la mesa justo al terminar el segundo bucle de la canción con el apetito y el humor apunto. Se bebió medio vaso de zumo de naranja, cubrió sus cereales de leche, y empezó a desayunar. Pero se detuvo tras la segunda cucharada, porque encontró el primer patrón del día, aunque llamar a esto patrón sería un error; más bien debería llamarse mensaje lanzado a la cara. Porque sus cereales, formados por letras y bolitas de colores, escribieron un mensaje.

No puede ser.

Dijo emocionado mientras pasaba la cuchara generando un nuevo mensaje. Con la libreta a su lado siguió moviendo la cuchara hasta que los cereales dejaron de hablarle, y leyó con pasión el resultado final.

Ha llegado el día de volver a vernos.

Con el salto que pegó apunto estuvo de tirar la mesa, pero logró calmarse y desayunar con una sonrisa inquieta. Para cuando llegó al trabajo en la ferretería ya había deducido varias cosas, de las cuales solo dos importan: Eran las luces y le dirían dónde verse. Nunca trabajó tan bien como esta mañana, no se enrolló contando historias, solo escuchó cada pedido para cumplirlo veloz. Porque su mente estaba en un lugar muy lejano intentado unir los hilos de una coherencia poco visible, lo único que hacia su cuerpo era moverse cumpliendo la rutina con eficacia. Durante la hora de la comida no revisó «La Revelada» en busca de conexiones nuevas, tan solo disfrutó de su comida tranquilo a la espera del nuevo mensaje. Incluso cuando lo avivaron para hablar sobre sus ideas dijo que no, y aunque pilló por sorpresa a los interesados, no le dieron más peso y buscaron otro entretenimiento. Volviendo a la ferretería lo encontró, junto a la puerta vio a una hormiga arrastrando los restos de una bombilla, ¿que posibilidades había? La siguió con calma hasta que llegaron a su nido, donde la hormiga dejó su mercancía y todas empezaron a moverse alrededor de esta; al principio era un caos, pero a poco fueron dándole forma a sus pasos. Pudo verlo con claridad, con los restos de la bombilla como centro, le dieron la forma de un caracol. «La carretera del arrastrado», pensó al instante. No tuvo dudas al respecto, solo quedaría saber la hora para asistir a la reunión más importante de su vida. Pero ese mensaje no llegó en todo el día, y cuando las luces diurnas terminaron de expirar, la respuesta le dio en la cara. Por culpa de los nervios que nacían de la incertidumbre se distrajo chocando de frente con una señal de tráfico, en esta estaba escrita una fecha ya borrosa de alguna pareja, que por el paso del tiempo solo se leía con claridad un dos y un cinco.

Por eso a las dos y cinco minutos de la mañana está sentado en su silla plegable en medio de la carretera del arrastrado. Una carretera con aspiraciones a ser secundaria donde no pasa ni el aburrimiento. Pero Julián espera emocionado con su lata de Sprite y mirando las estrellas que lo cubren todo.

Hasta que la primera luz aparece.

No lo hace de forma pausada en medio de un dramatismo digno del cine, sino de una forma abrupta y directa propia de la realidad. Una luz verde surge de la nada alargándose hasta parecerse a una oruga gigante descendiendo desde los cielos. A su alrededor comienzan a nacer el resto de luces de cada color y forma. Siendo la más grande una fan de las esporas rojiza y la más pequeña una imitación de un bivalvo blanco. Todas rodean a Julián sin que este haga otra cosa que disfrutar de su razón desde la silla plegable. Viendo como el mundo desaparece por donde ellas pasan, la tierra que lo sostiene, las estrellas que llenan el cielo, y hasta el aire que no puede ver; todo deja paso al vacío tras el recorrido de las luces.

Se levanta terminando el refresco y sonriente alza los brazos pare recibir su abrazo.

Esta es la penúltima vez que Julián estará en su presencia... Y en la próxima todos desearán haberle escuchado.


 

Diego Alonso R.

Comentarios

  1. Wow.
    Me ha dejado intrigada y con ganas de saber más.
    Tienes una forma de escribir que engancha casi sin querer.

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    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! Tal vez en un futuro se sepa algo más de esta historia.
      Un saludo.

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