Clavos y garras



  • ¿Estás listo?
  • No del todo, pero no creo que lo esté por mucho que esperemos.
  • Preparémonos entonces.
Salen del coche y caminan con tranquilidad hasta el maletero. Miran un momento a su alrededor. Están aparcados al lado de una carretera secundaria que cruza el bosque, no hay nada más que oscuridad y ellos, nada ha cambiado. El hombre vuelve la mirada al coche al escuchar el maletero abrirse. La mujer abre un par de bolsas y revisa su interior.
  • ¿Lo metiste todo?
  • Sí.
  • ¿Seguro?
  • Lo revisé antes de salir, está todo Cora...
  • Está bien, está bien.-Respira profundamente.- Creo que yo también estoy un poco nerviosa.- Deja de buscar en las bolsas y lo mira.
  • Es normal que estemos nerviosos, pero lo tenemos todo preparado, saldrá bien.- Se acerca a la mujer y le da un abrazo largo.
Al separarse ella sonríe y saca un chaleco anticorte del maletero, él le duelve la sonrisa y acepta el chaleco. Continúan el proceso en silencio, colocando bien las rodilleras y coderas, y siguen con calma colgando en su cinturón un par de cuchillos el hombre y un machete la mujer, más una sencilla máscara de gas cada uno. Se colocan bien los guantes y por último se cuelgan una mochila cruzada.
Avanzan por el camino de tierra y cada paso hace bastante ruido para el silencio que los rodea. Pobre de aquel que se encuentre con esta escena, en plena noche, en medio de un camino en ninguna parte, cruzarte con semejante pareja. Un hombre alto y delgado, con el pelo rapado, pasando los cincuenta y con las arrugas marcadas por demasiadas sonrisas. Acompañado por una mujer de estatura media, ancha y fuerte, lleva el pelo negro y suelto en media melena, roza la misma edad que su compañero y las arrugas también empiezan a visitarla. Ambos armados y con la mirada decidida, sin duda no es lo que quieres encontrarte en plena noche.
Al llegar a un cruce se desvían y abandonan el camino para seguir por el bosque. Caminan durante unos minutos hasta llegar al límite de este, entonces ambos se frenan y observan. Ante ellos hay un pequeño claro al que se puede acceder por una carretera, en él hay una casa con luces y un coche aparcado en su puerta.
Ambos se miran y asienten despacio.
Recorren el límite del bosque sin llegar a abandonarlo hasta estar más cerca de la casa y entonces salen veloces. Llegan hasta la casa y se separan bordeándola. Caminan despacio y con cuidado de no ser oídos ni vistos, van haciendo paradas y sacando pequeños altavoces, que colocan por las ventanas y algunos por el suelo. Hasta que finalmente se reúnen en la puerta principal. Entonces el hombre saca una pequeña hacha de su mochila y se la da a Cora, luego coge de la misma una pistola de clavos y se prepara. Cora teclea en su móvil hasta que de todos los altavoces comienza a sonar a todo volumen con la sinfonía número nueve de Gustav Mahler.
  • ¿Listo, Alan?
Este le responde con la cabeza y ella revienta la cerradura con el hacha, entonces Alan golpea la puerta con el hombro y entra en la casa. Sorprenden en el pasillo a un hombre que iba hacia la puerta, seguramente a mirar de dónde proviene la música, Alan no duda en disparar sobre su pecho. Cora se coloca a su lado antes de que sorprendido hombre caiga contra el suelo. Avanzan por el pasillo hasta que el ruido de un disparo los hace detenerse. Es el final del pasillo y si continúan están las escaleras, pero antes de ellas y a cada lado del pasillo, hay una habitación y los disparos hacia ellos provienen de la derecha. La pareja se hace una señal y es Alan el que avanza hasta el borde de la próxima habitación y dispara, lo hace agachado y sin saber dónde está su enemigo, los primeros clavos vuelan sin sentido por esta causa pero enseguida lo localiza tras un sofá y le apunta haciendo que no pueda salir de ahí. Continua disparando mientras se pone de pie y Cora cruza bajo sus brazos veloz aprovechando la cobertura y se cuela en la habitación contraria, a su izquierda.
Nada más girar se encuentra con un hombre armado con otra pistola, con la sorpresa y estando apunto de chocar Cora reacciona y dispara sobre él, pero este se mueve y el clavo se clava en su hombro. Su arma se cae pero es capaz de agarrarla con el otro brazo y la empuja contra la pared. Coge el cuchillo que lleva en su cinturón y ella dispara casi sin ángulo varios clavos, pero solo uno acierta en el abdomen del hombre. Entonces él se empuja contra Cora haciendo que no pueda disparar y que la cabeza de ella choque contra la pared a su espalda, el atacante aprovecha para asestar un golpe con el cuchillo, pero Cora reacciona a tiempo y logra desviar la puñalada convirtiéndola en un corte sobre su chaleco. Intenta abalanzarse sobre ella de nuevo pero aprovecha esa embestida para asestar un cabezazo sobre su rostro, hace que retroceda aturdido y sangrando, levanta rápida la pistola de clavos y dispara sin pudor.
Alan entra en el cuarto tan solo unos segundos después, el enfrentamiento está siendo rápido pero a su favor.
Se apoya contra la pared mientras recarga la pistola de clavos.
  • Se supone que eran cuatro hombres, ¿dónde está el cuarto?
Cora revisa con la mirada la habitación pero no hay nadie más. Solo un montón de botellas y comida sobre una mesa. Varios sofás y muebles hechos una basura y al fondo una nevera con la puerta de cristal; llena de frascos con sangre.
  • Aquí no está, pero mira.- Le dice haciendo seña a la nevera.
  • Por lo menos llegamos a tiempo para esto.- Los disparos continúan y en cuanto se detienen suelta una ráfaga de clavos para mantener alejado al tirador.
  • Puede que el cuarto esté con el del arma, ¿me cubres y entro?
  • Tengo una idea mejor, cámbiame el sitio.- Cora y Alan intercambian posiciones y ahora es ella quien dispara sus clavos. Mientras tanto su compañero saca de la mochila un cilindro blanco, tal alto como un mando de televisión y ancho como tres.
  • No puedes estar hablando en serio.- Ella lo mira dudosa mientras recarga.
  • Funcionará, está vez la basé en nitrato de amonio.
  • Joder...
Dispara para darle espacio a Alan y este se asoma veloz con el cilindro y la mecha de este prendida. Y la lanza al otro cuarto. Ambos se cubren rápido tras la pared tapándose los oídos y por unos segundos no se escucha otra cosa que la música clásica a través de todos los altavoces. Entonces explota. Cruzan una pequeña mirada de sorpresa y triunfo. Entonces se levantan y con las armas en alto atraviesan el pasillo para entrar en la habitación recién explotada.
Los sofás están destrozados, al igual que los muebles, de los cuales hay trozos por todas partes. En este cuarto había más neveras y están hechas añicos, por lo que parte de la sangre decora el chamuscado suelo y algunas salpicaduras decoran las paredes. Alan y Cora buscan rápido a los dos hombres pero solo encuentran al tirador muerto bajo los restos de una mesa. Cora se gira hacia su compañero para decirle que el último debe estar arriba o no estar en casa, pero se calla al darse cuenta del error. Pensaron que el hombre del pasillo, el primero en ser abatido, estaba muerto, lo dieron por sentado, incluso lo ignoraron al cruzar el pasillo tras la explosión. Pero ahora no hay nadie en el pasillo, solo un rastro de sangre que gira hacia la habitación donde estaban hace un momento. Señala el rastro y ambos salen disparados pero no llegan a tiempo.
Alcanzan la puerta justo a tiempo para ver como el hombre que dieron por muerto se inyecta un frasco de sangre. Antes de que puedan reaccionar la transformación empieza. La piel de este se agrieta brotando sangre y pelo bajo ella, sus músculos crecen de una forma obvia y veloz, y su rostro se desfigura al crecer su mandíbula. Alan reacciona el primero y dispara haciendo blanco sobre el licántropo, mientras Cora se une disparando también, la bestia lanza hacia ellos la mesa que tiene delante. Se apartan por los pelos y suben rápido por las escaleras. Mientras suben lanzan varios frascos de cristal y un intenso olor a huevo podrido y amoniaco se libera. Cruzan corriendo el pasillo dejando caer algún frasco sobre el suelo y lanzando más hacia las habitaciones de esa planta. Hasta que llegan al último cuarto y entran cerrando la puerta.
Se ponen un auricular cada uno y las máscaras de sus cinturones para soportar el olor y no sufrir ningún desmayo.
  • No tardará en llegar, cambia para los clavos bañados.- Cora solo susurra, pero incluso con la música la escucha sin problemas gracias al auricular de su teléfono y a la práctica.
  • Mierda, esto se está complicando.- Cambia los clavos de la pistola para los bañados de plata mientras se queja.
  • Lo sé, pero al menos sabemos que el cuarto no está en casa. Lo abríamos encontrado aquí arriba y en este momento sería peor.
  • Tienes razón pero...
Se calla sin terminar la frase, porque incluso con el volumen de la música se escucha como el licántropo rompe una puerta buscándolos. El intenso olor a huevo podrido y amoniaco es suficiente para despistar al olfato un falso lobo como este, además la música alta lo molesta y no le deja concentrarse. Sabían que podrían enfrentarse a algún falso lobo cuando vinieron. Los traficantes de sangre de hombres lobo a veces se inyectan para sufrir una transformación temporal, pero incluso siendo falsos tienen que tener cuidado o terminarán muertos, aunque eso está claro que lo saben.
Se hacen un par de señas pare decidir su posición y avanzan con cuidado. Se colocan con cierta separación para obligar al licántropo a envestir a uno de ellos, mientras tanto el otro podrá actuar libremente y rematarlo. Cora junto a la ventana y Alan junto a la pared de la puerta, ambos alejados de esta última. Escuchan tranquilos como la bestia avanza de un cuarto a otro gruñendo y golpeando las cosas por ira y frustración. Los ruidos se acercan cada vez más y tienen claro que está apunto de entrar en el cuarto, se preparan y afinan el oído.
Pero dejan de escucharlo.
Durante más de veinte segundos solo suena la música. Y para su sorpresa el falso lobo entra atravesando la pared frente a Alan. Este dispara y erra pero Cora le acierta varios clavos en el pecho, la bestia responde lanzándole la mesita de noche que tiene frente a él y la golpea de lleno. Cora cae inconsciente. Su compañero dispara sin remiendos hundiendo varios clavos por todo el costado del lobo, que se resiente gritando y corre hacia él. Aún herido es rápido y la distancia corta, por lo que Alan apenas es capaz de reaccionar. El licántropo lo agarra por el torso haciéndole daño incluso con el chaleco y lo estampa contra el suelo en un golpe seco. Se queda sin aire por el impacto y no logra ni gritar. Casi queda inconsciente con el dolor pero ve como el lobo abre la boca y el miedo lo hace reaccionar. Se protege con el brazo intentando que muerda la zona de la codera, no resistirá para nada, pero es lo más fuerte que tiene. Y mientras sus dientes se clavan en el brazo busca con la otra mano uno de los cuchillos en el cinturón. Lo encuentra y sin dudarlo apuñala varias veces el vientre del falso lobo. Lo suelta y se estira soltando un gemido de dolor. Entonces un machete se clava en su garganta y la bestia cae contra la pared.
Cora ayuda a levantarse a Alan.
  • Gracias.- La palabra sale en medio de una agitada respiración.
  • Nada cariño.- Acompaña su última palabra guiñándole un ojo. Ambos saben que la cacería está terminando y se están relajando rápido.
  • Eso de aparecer por la pared ha sido una gran jugada.- Alan se dirige al licántropo, el cual ya no es tal, porque ya se está transformando en humano de nuevo. Todavía tiene el machete clavado en el cuello, pero apenas le queda un momento de vida.
  • Vaya que sí. Llegas a estar solo y no lo cuentas.- La mujer acompaña sus palabras poniendo una mano sobre su hombro.
  • Mírate, ni siquiera sabes por qué estamos aquí, ¿verdad?- Una mueca de dolor le impide seguir y se agarra el torso dolorido. Cora lo mira para asegurar que está bien, al menos dentro de lo que cabe. Y toma la palabra.
  • Es muy sencillo de entender.-Agarra el machete.- Robasteis la sangre al lobo equivocado.
Arranca el machete poniendo el punto final a su cacería.



Diego Alonso R.

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