Nuevos conocidos



La inocencia es capaz de iluminar hasta cuando no tiene fuerzas. Por ello el pequeño niño brillaba con levedad, como las pequeñas notas que no huyen más haya de la hoguera, inflando con su inocencia la zona más segura del cuarto. Y bajo su preciada cama se escuchan las apelmazadas pisadas. Lleva desde su nacimiento avanzando, escalón tras escalón, haciendo que lo que parecía una leyenda se acerque a una agria realidad. Pero el niño no siente temor alguno, no es consciente del peligro. Su preciada inocencia le ha regalado un bello sueño y lo está disfrutando.

Se convirtió en el caballero de su último cuento y ahora juega junto al dragón. Mientras otro escalón es subido y sin quererlo, una repentina tos inunda las escaleras, sonando como el más demacrado de los artilugios. Algo parece que empieza a sonar en la superficie, todavía no es capaz de atravesar las amuralladas sábanas, pero si de traer un lejano eco. El niño lo siente. No como algo consciente y preciso, si no como una de esas cosas que solo sabes, como la mirada entre algunas personas. Pero es el primer caballero amigo de un dragón y nada puede estar por encima de eso, de modo que el sueño continua. Es hora de encontrar a los monstruos que su alado amigo conoce.


La madera rechina por momentos, el peso exacto en el lugar equivocado. El caminante avanza insaciable pero no incansable, prueba de ello es el sudor que empapa su cuerpo, lo cual es normal teniendo en cuenta la carga que arrastra. Carga, que pronto no sera de un solo ser. Está bajo el colchón, fue ignorado de modo que no hay nada para proteger al joven de él. Rodea lentamente toda la cómoda superficie, mientras su sueño empieza a atragantarse. El dragón ya no quiere jugar, ni tan siquiera es capaz ya de hablar. Pero por fin están ante los monstruos, enormes y a cada cual más extravagante y único. Las manos del caminante atraviesan sin dificultad las amuralladas sábanas. Lo único que le separa del joven es la brillante luz de su inocencia, capaz de cegarlo durante unos eternos segundos. El dragón ya no está. Intenta pedir ayuda a los monstruos pero no los encuentra por ninguna parte, en su lugar solo hay un montón de personas con aspecto de maniquís. Ya no siente el ligero arropo de la inocencia y al ser consciente despierta. Ante el tiene a un viejo nuevo amigo, se presenta ante él como su nueva madurez.

Diego Alonso R. 

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