Un mundo interno


El tiempo termina por derrotarnos a todos pero ¿Cuándo debemos empezar a rendirnos? Llevo tiempo haciéndome esa pregunta y sigo sin saber la respuesta. Me encantaría decir que nunca debemos rendirnos, pero es tan doloroso fracasar, ver como te vas oxidando sin haber logrado lo que soñabas. Supongo que eso es madurar, ser consciente de que no alcanzaras tus sueños. Por eso me niego a silenciar el niño que llevo dentro, no soporto la idea de que la vida sea solo eso. Y no creo que el tiempo sea nuestro enemigo, a veces siento que está consciente y llora por nosotros.

Tal vez esto no sean más que los delirios de un hombre que gastó demasiado de su tiempo. ¿Pero qué es la vida si no un delirio? Una maraña de seres y lazos, que no saben ni lo que hacen, ni lo que quieren. Y algunos descubrimos lo que queremos, cuando el tiempo nos a mellado. Recuerdo que de pequeño jugaba a construir mundos. Cada día, después de clase, íbamos a la fabrica abandonada y nos inventábamos nuestro futuro. No sabíamos como era el mundo adulto y por ello creábamos uno propio. A veces eramos abogados que solo defendían a los buenos, en otras médicos que salvaban hasta a los muertos y algunas veces solo nosotros por un mundo que se nos hacía grande. Hasta que un día el me besó y descubrí en que mundo quería vivir. Fue una época feliz, pero se terminó con el tiempo. Para ser más concreto, terminó cuando nos dieron una charla en forma de gritos y sangre. A él no le importo, pero yo no era tan valiente. No digo que ahora lo sea, para nada, sigo siendo el mismo cobarde pero con más años.

Miedo, nuestro amigo más infravalorado. Siempre veo a la gente intentando librarse de él o culpándole por sus propios errores. Que injusticia, tantos años gritando desde el subconsciente para ser despreciado por sus protegidos. ¿Cómo se podría vivir mejor sin el miedo? Sería una mediocre utopía llevada por ineptos. Lo necesitamos, es nuestra alarma ante lo que no vemos, es quien nos hace resistir tras el límite y quien nos enseña el significado de valentía. No desprecio al miedo, prefiero aprender a seguir. Porque es lo que hacemos, solo tenemos que mirar al pasado y ver que siempre seguimos. Cuantas veces pensé que todo se terminaba. Sigo llorando cuando recuerdo a mi madre y cuando me presento de nuevo a mi padre. Tal vez parezca que tengo una visión triste del mundo, pero es lo contrario, yo amo el mundo. Puede ser un lugar terrible, puede hacerte llorar y querer terminar con todo. Y también puede ser el paraíso, puedes estar tan feliz que te cueste respirar. Este contraste es el que hace tan bella la vida. Porque cuando llegue el final y todo pase ante mis ojos -si eso es lo que sucede- veré que valió la pena. Podré ver de nuevo mis viajes como traductor, con sus momentos surrealistas y los aburridos también. Los golpes que me llevé, las personas que amé y las que partieron antes. Cada instante hace que valga la pena vivir. Si todo fuese blanco o negro el mundo perdería el sentido.


No dejaré nada en este mundo. Bien es cierto que mucha gente me recordará, pero con las generaciones suficientes perderán mi recuerdo. Era algo que me preocupaba en mi juventud, quería dejar huella. Hasta años después no me di cuenta de mi error. Dejar huella no significa ser recordado por siempre, sino ser recordado por quien lo valga sin importar el inevitable olvido. Creo que eso lo he conseguido. 

Diego Alonso R.

Comentarios