Hadas del polvo


Voy a contaros un secreto, la frase ´´polvo somos y en polvo nos convertiremos´´ es cierta. Pero no del modo filosófico al que estamos acostumbrados, si no de forma literal. Cuando nos morimos nos convertimos en polvo y volvemos a vivir. Yo lo sé, soy lo que llaman un hada del polvo.

Y hacedme un favor, no os imaginéis un montón de pequeñas personas con alas, las hadas no somos así y eso es ofensivo. Si queréis imaginarnos pensad en una pequeña bola de polvo, con finas extremidades y grandes ojos. Así es como somos y así seréis en el futuro. Si sientes miedo y prefieres negarlo, bueno, solo tendrás que esperar para ver la verdad. Admito que no es mejor que lo que nos vendían. El hecho de pasar otra vida como una mota de polvo viviente no suena muy apetecible pero, tenemos una función que cumplir. Nos alimentamos de los malos pensamientos. Cada vez que un humano sufre invadimos su hogar y devoramos su dolor. Intentamos salvaros, si comemos toda la maldad podéis volver a brillar. Pero algunas veces nos descubrís y otras muchas no logramos comer lo suficiente. Tras estas últimas tened por seguro que les lloramos más que vosotros, su dolor fue nuestro alimento y sabemos que sentían. ¿Quiere saber cuando estamos llorando? Es fácil, cuando todo se queda en silencio es porque el mundo nos está escuchando.

Pero ser una de nosotras tiene sus ventajas. Somos los mejores seres del planeta ocultándonos, aunque hacemos trampas. No es que nos escondamos, es que no podéis vernos, solo por el rabillo del ojo y en algunas ocasiones. Por eso al inicio de nuestras vidas observamos las vuestras. Al menos mientras conservamos la memoria, con el tiempo nos convertimos en puro instinto y emoción. Ya ni recuerdo mi vida pasada, solo se que fui hombre y que me encantan los perros. Pronto seré como el resto de mis compañeras, ellas ya no pueden hablar, ya son verdaderas hadas. Pero hasta que pueda seguiré viendo su vida. Comiendo tanto como pueda para que ella brille; la luz de las niñas es siempre la más bella.

La encontré el primer día de mi vida. Es muy pequeña, apenas tiene diez años, pero no puede brillar. Cuando la encontré estaba con su madre, vestía de negro y lloraba sobre su regazo. Con un solo llamado el resto de las hadas se presentaron y comenzamos a comer. Pocas comidas son tan amargas como el llanto, cada vez que masticamos podemos sentirlo, percibimos cada fibra de dolor. Las hadas se llenaron y la niña dejó de llorar. Pero no brillaba. Seguía envuelta en una tenue sombra. Y cuando vuelve a crecer ellas regresan y se sacian de nuevo. Pero yo sigo con ella. Me mantengo a su lado, comiendo a todas horas, luchando por su luz. Se que suena estúpido, ni siquiera se quien es, pero quiero verla brillar antes del olvido.

Por las noches tenemos compañía, un enorme Husky de pelo negro. Debo admitir que la primera noche me asusté, resulta que los perros pueden vernos, pero no le molesta mi presencia. Si lo pienso ambos hacemos el mismo trabajo, nos quedamos cerca cuando nos necesitan y no pedimos nada a cambio. Con razón me gustaban los perros. Y me ayuda mucho; las noches son duras, es cuando los recuerdos cobran más fuerza y las pesadillas empiezan a nacer. Pero no paramos hasta que lograr dormir bien , os sorprendería lo que pueden hacer un perro y un hada juntos.

También está su madre; es la mujer más fuerte que he visto, aunque solo las conozco a ellas. También sufre y no finge lo contrario, no miente a su hija y es la única capaz de hacerla sonreír. A veces pienso que también es una especie de hada. Creo que entiende como funciona el mundo y me hace sentir mejor saber que la seguirá teniendo a ella. El problema es que ya me cuesta pensar y todavía no lo he conseguido...

Está llorando de nuevo y las todas las hadas están conmigo. Hoy el gusto es diferente, no sabe a despedida ni a llanto, sabe a vacío y es lo peor que he probado. El resto también lo sienten y están dejando de comer. No hagáis eso por favor, no dejéis de comer. Si nosotros nos rendimos no volverá a brillar. Yo no me puedo detener, tengo que seguir comiendo. Tengo que seguir aunque solo lo haga yo... ¿Qué? Oh no, no podéis empezar a llorar. Malditas hadas, dejad de llorar ¡Deteneos! No soy capaz de hacerlo, se apagará y luego la olvidaré. Desde aquí no podré devorar su dolor, tengo que entrar. No sé si está permitido voy a intentarlo. Perdóname, pero vas a toser un poco.

No me esperaba que fuera tan grande. Aunque es el corazón de una niña ¿Como va a ser si no? Pero debo darme prisa, ya apenas puedo mantener la consciencia. Tengo devorar el daño, pero no lo veo. Solo hay vacío. Espera, sí que soy estúpido. Ya se lo que hay que hacer...


El ruido regresó al cesar los llantos, porque las hadas no lloran al ver a una niña brillar.

Diego Alonso R.

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