Siempre pensé que era un espíritu libre, que jamás me
quedaría en un solo lugar. Sorpresa, me equivoqué. Tras años viajando con poco
más de una mochila encontré el lugar al que pertenezco. Llegué hace cerca de un
año y no tenía mucho dinero, de modo que hice lo de siempre, ofrecer trabajo
por una cama. Es un pueblo pequeño donde la gente solo viene de paso, pero está
lleno de buenas personas, o al menos no vi su lado malo. El único hotel del
pueblo es el Hotel Bisping , el lugar
donde ahora vivo.
Como ya dije no tenía mucho dinero, por lo que fui al hotel
buscando un trato. Esperaba poco más que una sencilla posada, pero fue mi
primer error, es un antiguo edificio restaurado. Tiene un encanto diferente,
como solo las cosas con historia tienen. Su encargado es un hombre de mediana
edad, muy serio (al menos cuando le miran) y siempre exigiendo la perfección.
Fue muy compresivo, al principio pensó que quería dormir gratis pero, cuando le
dije que trabajaría a cambio acepto, le gusta la gente trabajadora.
Mi trabajo consistía en rellenar espacios, en un momento
podía estar cocinando, como en otro subiendo maletas o haciendo las camas. Soy
el chico de apoyo y me encanta, hace que no me aburra de un puesto. Además
conozco a todo el mundo, esa es la mejor parte. Este hotel tiene el monopolio
turístico del pueblo y por tanto, mucha clientela. Algo que me sorprendió fue
la cantidad de clientes extraños que acoge. Todos los hoteles tienen alguna
persona extravagante de cada cierto tiempo, pero el porcentaje en este hotel es
desmesurado. Ahora mismo tenemos a un anciana y a su gato, el cual dice ser su
marido reencarnado, a veces es doloroso verla. En esa misma planta hay un
hombre que termina todas sus frases con la sílaba ´´pe´´ , no entiendo muy bien
el porque lo hace pero no parece darse cuenta. Y como olvidarnos del señor
Augusto, viene una semana al mes y es el hombre más amable y triste que
conozco. No acabo de enterarme muy bien de su historia, escuché algo de un
bautizo con el agua equivocada o algo así. El caso es que puede ver quien va a
morir, pero no puede evitarlo. Es una de las personas que más quiero en el
hotel, siempre escucha mis tonterías y con mucha atención.
Pero no solo los clientes rompen la regla, los trabajadores
también y hasta el mismo hotel lo hace. La recepcionista se duerme en cualquier
momento, creo que tiene algo llamado narcolepsia. Recuerdo una vez que se
durmió atendiendo a un cliente y el hombre montó un escándalo, decía que era
una incompetente y hasta exigía que la despidieran. El gerente del hotel solo
le dijo una frase: Esta mujer es amable y sabe hacer su trabajo, si usted no
es capaz de ver eso le ruego que busque otro hotel. Ese día decidí que
quería quedarme.
Diego Alonso R.
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