Cuando las personas están incomodas son inestables, por lo que intento no mirarlas a los ojos. Siempre imagino que acabo mirando a alguien y salta sobre mi cuello como un perro de presa. Creo que si pasara nadie reaccionaría, o tal vez estoy exagerando. Lo que tengo claro es que odio viajar en metro, por eso solo lo hago cuando me toca vender.
No
es que me moleste la gente. Ahora mismo tengo a mi lado a un hombre y
no me molesta, aunque la palabra hombre le viene grande y además
huele a sudor. Lo que me incomoda es el metro en si. No puedo evitar
sentir que algo va mal. No me importa que se pueda derrumbar, hasta
sería toda una experiencia, es algo más arcaico. La continua
sensación de querer salir corriendo. Es como querer gritar y no
poder hacerlo, por suerte para mí tengo que usarlo poco.
Una
vez a la semana, a veces menos. Todo depende de cuantos sueños
acumule y cuales me parezcan buenos. Y lo que parece es que el
´´hombre´´ se baja en la misma parada que yo. Pero tiene más
prisa, al escuchar el nombre de la parada por megafonía ya se pone
en pie. Es un verdadero placer salir de ahí y además la salida me
deja en frente de mi destino. El gran edificio de Rem ¿Qué
imaginativos verdad? A simple vista es edificio es normal, si no
tienes en cuenta las animaciones gigantes que corren por la
fachada.
Al
entrar la amable recepcionista hace lo de siempre y me manda a la
sala gris. Es una simple sala de espera para vendedores. Con algunos
sillones, una máquina de café ( que sirve unos cafés geniales) y
un montón de gris. No existe otro color en la sala, con un montón
de matices, pero todo gris. Hoy solo hay un anciano y yo. Suele haber
poca gente, pero no tan poca. Al menos nos separan de los vendedores
casuales. Tengo entendido que antes no lo hacían y era un absoluto
caos. Me alegro de haber llegado después.
Dicen
mi nombre por megafonía.
Cruzo
la puerta y me encuentro con la oficina. Porque es eso, una oficina.
La primera vez que vine a Rem me
esperaba algo increible, un lugar lleno de cosas surrealistas, y me
encuentro una oficina corriente. En cierto modo es más sorepdente
así, nunca te esperarías una oficina. Y por supuesto está ella, la
extractora (si no fuera por ella vendría menos).
–Hola,
puede setnarse. –Me siento.
–Hola
¿Qué tal el fin de semana?
–Bien.
¿Cúantos sueños quiere vender hoy?. –No puedo creer que siga
hablandome así.
–Solo
uno ¿En serio vas a hablarme de usted? –Me siento en el borde de
la mesa y la miro de cerca.
–...
Sabes que en el trabajo tengo que cumplir las normas, ya lo hablamos.
A ver ¿Qué traes hoy para vender?- Me mira como echándome la
bronca pero no funciona, se que está más cómoda así. Y con lo
bien que hace su trabajo dudo que le pongan objeciones.
–Pero
así es mucho mejor. Además, hoy te traigo un clase A. –Agarro la
solapa de mi chaqueta, con un gesto de chuleria.
–¿En
serio? Si dices que no compensa dedicarse a esa clase. –Me encanta
ver su cara de sorpresa.
–Lo
sé pero teniendo un sueño tan bueno como este prefiero sacarle
producto. Le pongo el cubo en la mesa. Estoy deseando que lo vea.
–Bueno,
vamos a ver... –Lo conecta a la pantalla y empieza.
El
sueñoe es breve, unos cinco minutos reales. Algo más de un mes
dentro. Y es maravilloso. No voy a entrar en detalles, solo diré que
muchas películas desearian ser así de buenas. Y por lo que veo ella
piensa igual. Esta tan concentrada que ni nota que la miro. Podría
pasarme días haciéndolo. Me sentí atraido desde la primera mirada.
Estaba algo gordita y no podía dejar de mirarla. Ahora esta
cambiando, es lo que hace un año de deporte. Y me gusta más, no por
el cambio (no voy a negar que está preciosa) sino porque ahora la
conozco más.
–Vale,
tenías razón. Creo que es lo mejor que veo en mucho tiempo. Te lo
compramos.
–Es
lo que tiene una buena musa. –La miro con picardia y aunque no me
mira, sonríe.
–El
precio de siempre más un plus A ¿Te parece bien?. –Espera mi
respuesta.
–Si
hoy puedo ver a mi musa, me parece bien.
–Bien,
pues serán mil seiscientos por el sueño y a las once me recojes.
–Me sonríe ampliamente y me voy.
Ahora
tengo que ir de nuevo a ese maldito subterráneo, a ver si se
derrumba de una vez. Bueno, mejor que lo haga mañana.
Entrar en la cueva de los perros y salir ahirado y luego el regalo de verla a ella creo ha valido la pena. Muy buen escrito Diego
ResponderEliminarGracias🌷🦋
Siempre es un placer que me leas. ¡Gracias y un abrazo!
EliminarMe gusta mucho como escribes! UN abrazo!
ResponderEliminarMuchas gracias ¡Un abrazo!
ResponderEliminar"Me alegro de (a ver) llegado después." En el cuarto párrafo. Hay también un par de palabras a las que, por la rapidez escribiendo, supongo, les has cambiado el orden de las letras.
ResponderEliminarDisculpa mi atrevimiento.
Por lo demás me gustó mucho ese vendedor de sueños con fobia al metro y tan 'don Juan'.
A veces mi mente es más rápida que mis manos, gracias por el aviso. Y me alegra que te guste, un abrazo.
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